Lo que sucedió ayer en San José fue inesperado, ni el más negativo de los hinchas hondureños se podía imaginar un resultado tan abultado, ni tampoco un equipo estadounidense tan acertado.
Todos hablamos de lo mal que jugó Honduras, pero nos olvidamos injustamente que el rival hizo todo bien. El equipo de Bruce Arena fue una aplanadora, un equipo sólido, punzante, comprometido y eficaz. No tuvo puntos débiles ni piedad, tenía que ganar y salió decidido a llevarse por delante al contrario que lamentablemente fuimos nosotros.
Por el otro lado la Bicolor no estuvo acertada, no encontró nunca la coordinación necesaria para jugar esta clase de partidos y además no tuvo fortuna en algunas jugadas puntuales.
Esto pasa, en el fútbol les ha sucedido a grandes selecciones, México se comió siete, Brasil también, Argentina recibió seis de Bolivia y así podemos seguir contando goleadas históricas. Honduras tuvo su día fatídico ayer, uno de tantos, uno inolvidable, lamentablemente.
No vale la pena buscar culpables, no busque porque los va a encontrar, sin embargo, la culpabilidad es imperdonable cuando se ejecuta a propósito y ayer no hay nada que yo, por lo menos yo, les pueda reprochar a los miembros que componen la Selección Nacional.
Honduras imaginó un partido, pero nunca pensó que Estados Unidos saliera tan aceitado y fino. El equipo luchó y corrió, tuvo oportunidades de regresar al juego, pero no anotó y después los miedos y los desaciertos se fueron apoderando de algunos jugadores.
No queda otro camino que levantarse, es el martes, ahí está la revancha, ahí está la oportunidad. Así es el fútbol de ilógico, de injusto y de justo porque ayer se hizo justicia y los “Gringos” fueron seis veces mejores que nosotros.
