El fútbol aparenta ser un deporte predominantemente físico donde parece sobresalir el jugador que más provecho obtiene de su dominio del balón, de su velocidad o de su condición física. Sin embargo, el fútbol es un deporte de alto control mental, donde la mayor parte del tiempo, el futbolista o el equipo que sale avante es aquel que se impuso mentalmente sobre su rival.
Desde que en nuestro fútbol predominan los técnicos extranjeros, comenzamos a notar que el amedrentamiento y la provocación se volvieron parte habitual en un partido de fútbol.
Es más, son conocidos los técnicos que enseñan a sus jugadores a “salir de pesca”, una práctica que forma parte del anti-fútbol y que no se utiliza en países futbolísticamente desarrollados donde la competición dentro del marco del “fair play” es lo más importante.
Una práctica en la cual, desafortunadamente, también se van conociendo a aquellos jugadores que con facilidad suelen morder el anzuelo y caer ante la provocación.
El término infiltrado hace referencia a que el jugador que cayó una vez en la trampa, lo hará repetidamente, ya que una vez que la debilidad de su carácter ha sido expuesta, será explotada cada vez que la oportunidad se presente. Por lo que la víctima, pese a que juega para su equipo, es un elemento que juega bajo los intereses del contrario al caer como presa fácil a la provocación.
Por eso el futbolista que se deja expulsar fue porque perdió la batalla en su mente, fue porque cayó en la trampa, fue porque sobrepuso sus mezquinos intereses por sobre los intereses del resto de sus compañeros, cuerpo técnico, directivos y afición.
En países organizados y en varios deportes, conocer el perfil psicológico de un jugador es un requisito de gran valor previo a su contratación, especialmente cuando el equipo invertirá fuertes cantidades en su adquisición. Por lo que con alguna frecuencia se observa que a veces los mejores prospectos son desechados por los equipos serios, precisamente por sus rasgos deficientes de carácter.
Por último, manifiesto, que hago esta reflexión con el único fin de ayudar a tales jugadores a buscar un cambio de actitud, a que sus respectivos equipos les provean de ayuda profesional y que, como todo en la vida, puedan ser rehabilitados a lo que deberían de ser, futbolistas y personas de bien, completos y competitivos no sólo dentro del terreno de juego, sino que en la batalla del diario vivir.