Liga Nacional

Diego Vásquez: 'Fui muy mujeriego'

Diego Vásquez ahora vive en Santa Rosa de Copán y lleva una vida más relajada. El portero argentino le dio un repaso a su vida en la sección de DIEZ 'Con Sello Femenino'

2010-08-04

Caminamos con Diego Vásquez por las calles empedradas de Santa Rosa de Copán. Platicamos por un largo rato y compramos un par de souvenires... El momento al lado del portero argentino fue agradable. En la conversación confesó que después de muchos años en tierras catrachas se considera un hondureño más.

¿Por qué la Barbie?
Ni yo lo sé. Hay varias versiones. El día que yo debuté se celebraba el Día del Niño y dicen que un periodista de Radio América le dio una muñeca de pelo negro a su hija y cuando yo salí a la cancha me mencionó por mi pelo. De ahí han dado varias versiones, pero no sé exactamente.

¿Te molestaba?
Al principio sí porque sonaba como gay. Cuando me lo decían con otro sentido ya no me gustaba. A veces me gritaban cosas como “¡Ay, ahí va la Barbie, la muñeca” y eso sí que me molestaba.

¿Contanos sobre tus primeros años en Argentina?
Tuve una infancia muy normal. Vivía en una casa de barrio con mis hermanos. Tengo tres hermanos, dos mujeres y un varón. La pasé como cualquier niño, admirando a su hermano mayor, él me lleva ocho años. Jugaba en las inferiores de San Martín de Mendoza, en el barrio de San Pedro. Tuve una infancia buena, muy linda y feliz. Jugaba con mis vecinos.

¿Y el fútbol cuando entró en tu vida?
A todos los argentinos nos gusta el fútbol antes de nacer. Pero me empezó más a llamar la atención el fútbol después del mundial del 78 cuando Argentina salió campeón. Yo tenía seis años y fue toda una fiesta. Recuerdo los goles de Kempes. Los partidos eran bien de noche, tipo diez, pero me levantaban los goles que hacía Argentina. A partir de ahí nació el deseo de ser futbolista.

¿Y tu vida en la escuela qué tal?
Iba al colegio en horario de la mañana. No llevaba lonchera porque almorzaba en la casa. Aunque en la escuela nos daban una merienda. Yo llevaba mi taza y nos daban leche o mate cocido. Además, podías comprar tu tortita o un bizcocho, eso es como una semita acá en Honduras.

¿Cómo ha sido tu relación con tus hermanos?
Muy buena. Mi hermano es uno de mis mejores amigos. Siempre hemos tenido muy buena relación familiar. Dos de ellos han venido a Honduras.

¿Cómo eras de chico?
Siempre fui el más vivo de la cuadra. No era el más guapo, pero sí el que organizaba los deportes. Era un líder con el grupo del grado en la escuela. Siempre que se tratara de una contienda deportiva o de reuniones, ahí estaba yo.

¿Y las travesuras?
Normales. Por ejemplo, faltar al colegio, me escapé un par de veces, nada muy fuerte, sólo temas normales de la infancia.

¿Tus padres aún viven?
Mi mami sí, pero mi papá no. Mi papá murió en el 2004, le dio un infarto. Yo estaba concentrado para jugar contra Olimpia, estaba en Danlí y a las 12 de la noche me avisaron dos amigos, Francisco y Andrés. Regresé a Tegucigalpa y ya para el mediodía estaba viajando hacia Argentina.

¿Terminaste de estudiar?
No terminé la secundaria, hice hasta cuarto año. Cuando estaba jugando al fútbol en Mendoza rendí para entrar a la universidad. Pero en Argentina hay una ley que si no terminás la secundaria se te permite rendir un examen para entrar a la universidad, es muy complicado, pero lo pasé. Estaba estudiando, pero en eso me salió la oferta de venir a Honduras y ni lo pensé mucho y me vine.

¿Cómo llegás a Honduras?
-Diego suelta una sonrisita cuando empieza a recordar: “Es medio rara la historia. Yo era residente americano porque había jugado en Estados Unidos. En vacaciones siempre viajaba una vez al año para no perder la residencia. En el avión conocí a un hondureño, Jorge Rivera, él tenía una radio de onda corta y le daba los resultados a Radio América. Esto fue en 1997”.

¿Y luego qué pasó?
Intercambiamos información. Creo que así contactaron a la gente de Motagua. Yo estaba entrenando allá en Estados Unidos y un día llegó para decirme que me habían llamado. El 14 de agosto del 1997 yo ya estaba en Honduras.

¿Pero tus inicios profesionales cómo fueron?
Debuté bien joven en San Martín de Mendoza, tenía 16 años. Era el tercer arquero del equipo, suplente de la reserva. Jugaba en reserva para no perder continuidad. En un partido expulsaron al arquero titular y yo fui al banco de suplente. En el segundo tiempo expulsan al titular y me tocó entrar. Tengo un gran recuerdo de ese partido porque también atajé muy bien, además era el cumpleaños de mi hermana. Fue un miércoles en la noche del 28 de octubre de 1987.

¿Pasaste por más equipos argentinos?
Sí. Hice unas pruebas en River Plate y pasé a las ligas menores. Luego a Huracán de Buenos Aires. Luego en Estados Unidos dos años. Regresé a Argentina luego del Mundial de 1994 y me enrolé en Independiente de Mendoza, donde estuve tres años y después me llamó Motagua.

¿Cuando te dijeron Motagua, venir a Honduras, qué pensaste?
Agarré el mapa, ya había pasado por Honduras porque yo hice un viaje medio loco, así medio hippie. Me acuerdo muy bien de mi paso por Honduras. Sólo que me hicieron sacar el arete cuando venía en la frontera porque crucé por tierra.

¿Cómo así por tierra?
Viajamos desde Mendoza hasta Houston. Fue con un amigo paraguayo, nos tardamos un mes y 23 días. Lo hicimos en una camioneta y una moto.

El mero Che...
Más o menos. Fue un gran viaje. A Honduras entramos por Copán y salimos por Danlí. Pasamos muy rápido, pero paramos por San Pedro Sula. Recuerdo que vimos las luces del estadio Morazán y por la radio escuchamos el partido, era un Marathón-Olimpia. A mi amigo le dije: “Acá tengo que jugar”. Te lo juro, se lo dije a mi amigo y no tenía ni idea que en el futuro terminaría acá.

¿No te costó venir a Honduras?
Llegué al país y me llevaron a una gira a Olancho. Ya venía contratado pero en esa época era como venir a prueba. Si jugabas mal dos partidos te sacaban.

¿Qué recordás de tu primer campeonato?
Nos fue bastante bien. El primer partido atajé dos penales contra el Vida. Después hubo un período un poco complicado, perdimos con Olimpia el Torneo Grande, en esa época así se llamaba, se jugaba los miércoles. Luego le ganamos a Olimpia con gol de Jairo, que rompió una paternidad de siete años. Después vino la famosa era de Ramón Maradiaga.

¿Nunca consideraste jugar en Olimpia?
No, porque siempre estuve muy identificado con Motagua.

Otro tema. ¿Fuiste muy noviero?
Sí. Fui muy mujeriego porque me encantan las mujeres.

¿Casado?
Sí, hace ocho años y tengo tres hermosos hijos: Thiago de siete, Matías de tres y Candela de seis meses.

¿Cómo sos de padre?
Trato de ser lo más amigo posible. Me gusta jugar y compartir mucho tiempo. Tener una camaradería con los hijos es importante.

¿Tu lugar favorito en Honduras?
Conozco más Honduras que Argentina. Roatán, Cayos Cochinos, las Ruinas, Amapala, Pulhapanzak, Nacaome, La Ceiba, Trujillo… Me falta por conocer la Biosfera del Río Plátano.

¿Qué tal ahora tu vida en Santa Rosa?
Es un placer vivir acá -dice Diego, con orgullo-. Lo disfruto cada momento y más a esta edad. Estoy seguro que son pocos los jugadores que llegan jugando a mi edad y disfrutan cada entrenamiento.

'RUEDA NO ES VILLANO'

Sentados en una banca del parque central de Santa Rosa, seguimos conversando con Diego Vásquez. Llegó el turno de dejar su vida personal a un lado y hablar un poco de su nuevo reto con el Deportes Savio y hasta de la Selección Nacional.

¿Qué es el Deportes Savio para vos?
Lógicamente que hay mucha diferencia entre los equipos grandes y chicos. Hay carencias en el plantel y en la forma de trabajar. He estado en ambos lados. Y el primer objetivo en el Savio, por duro que suene, es mantener la categoría. Es un nuevo reto para mí y debo afrontarlo con seriedad.

¿Recordás algún conflicto que quisieras que no hubiera pasado?
Siempre peleé con todos. Por ahí por ser muy frontal, por mi personalidad y porque siempre dije las cosas en la cara, les gustara o no. Por esa forma de ser he tenido varios conflictos. No me arrepiento de ninguno porque siempre lo hice convencido que hacía lo correcto.

¿Qué opinas de los jugadores que hacen cambios bruscos de un equipo a otro?
El futbolista es profesional. Al fin y al acabo esto es un trabajo. Hay que ver cada caso. Con el fútbol hay que aprovechar los momentos. Si en un momento un equipo te paga más dinero y te quiere, uno debe ir más allá de un sentimiento. No quiere decir que yo lo hubiera hecho. Nunca se dio ni lo hice. Hace ocho años no juego en el Motagua y la gente siempre me para en la calle y me reconoce como su jugador, aunque hace tiempo salí de la institución.

¿Tienen ventaja los extranjeros sobre los hondureños?
Es complicado por la parte económica que se maneja con los extranjeros. Yo soy naturalizado hondureño desde hace tiempo, cuando jugaba para Motagua lo hice. Pero mirá, a uno de extranjero le pagan bien, pero la exigencia es bárbara, ¿viste? No podés comer langosta con dos pesos y acá quieren langosta con dos pesos.

¿Cómo así?
Este es un fútbol complicado. Aquí han venido futbolistas extranjeros que han triunfado en otros lados y se van muy rápido de aquí. Uno, porque no pagan sumas exorbitantes para lo que es el mercado y para el nivel que exigen o el nivel de este fútbol. Pero también vienen y se engañan porque piensan que si no juegan en otra liga es que están acá en un fútbol fácil y se encuentran que es muy competitivo. Esta es una de las Ligas más fuertes de Centroamérica.

Otro tema. ¿Qué pensás de lo que hizo Honduras en el Mundial?
Una parte del Mundial lo viví en Argentina, pero el último partido de Honduras lo pude ver acá. Defendí a la Selección como buen hondureño. Apoyé a morir. Mis hijos son hondureños y estaban pendientes del partido, se levantaron bien temprano. Desde las siete a ver la previa y estaban medio enojados con los periodistas argentinos que no conocían ni a los jugadores, pero bueno.

¿Y tu análisis?
Como futbolista está mal hablar, pero como aficionado no. Lanzamos tres tiros de esquina en todo el Mundial. Fue como si te ganaras un pasaje a Las Vegas y te regalan 500 dólares y volvés con 498. No fue bueno. Hubieran perdido 4-0, pero jugando bien. Ojo, repito: lo digo como un hincha más y no como un futbolista. No sé, pero creo que fue el cuerpo técnico el que no se la jugó. El estrés de debutar muy tarde les afectó. Les veía las caras y parecía que iban a la cámara de gas y no a un partido. Es normal que estés nervioso, pero un Mundial hay que disfrutarlo. El objetivo era clasificar y se logró.

¿Qué pensás sobre Rueda?
Porque hayás clasificado al Mundial no es que todo estaba perfecto. Rueda no es un villano, tampoco un súper héroe.

EN CORTO CON DIEGO

¿Qué música escuchás?
De todo. El reguetón me encanta. Me gustan Don Omar y Daddy Yankee. Hasta peleo con mi esposa porque no le gustan y a mí sí. De allí, el tango, rock argentino, Charlie García, Fito Páez...

¿Le tenés miedo a las cámaras?
Para nada. Ya estoy acostumbrado.

¿Sos engreído?
No. Quizás lo crean por la forma de hablar o expresarme. Pero no es así, no es la regla. A los argentinos nos han hecho la fama de ser pesados y creídos, pero no es así.

¿La última vez que lloraste?
Lloro casi todos los días, lo hago cada vez que recuerdo a mi papá.

LOS TOQUES

Mejor partido: Uno con Victoria ante el España.

Peor partido: Uno con Motagua ante Olimpia. Me hicieron seis.

Mejor equipo: Motagua del 97.

Mejor DT: Muchos, pero por encima pondría a Chelato.
Mejor campeonato: En el 2005 cuando salvamos a la Universidad.

PERFILITO

Nombre: Diego Martín Vásquez

Nacimiento: San Martín de Mendoza

Fecha: 3 de julio de 1971

Edad: 39 años

Altura: 1.90

Peso: 193

Madre: Mirtha Armanda Castro

Padre: Francisco Fabián (QDDG)

Clubes en Honduras: Motagua, Unah, Marathón, Vida, Victoria y Deportes Savio.
Títulos: Ganó cinco títulos, todos vistiendo la camisa del Motagua.

En 1997 fue el año en el que Diego Vásquez llegó a Honduras para vestir la camisa de su amado Motagua.