En 2012, mientras luchaba por sacar adelante a los suyos desde Miami y armado con un rodo, su principal arma para pintar interiores, 'Quique' se confesó con Diez y recordó varios de esos duros momentos que aún no olvida, pero que le dan fuerzas para seguir peleando por sobrevivir.
Sus tres hijos, Melissa, Karen y Enrique, estaban muy pequeños cuando él decidió irse a Estados Unidos tras una desilusión amorosa, pero retornó en busca de cumplir su deseo de verlos crecer y hacer sus vidas.
“Los catrachos somos los más envidiosos, muchos me ven como bicho raro. Yo soy feliz y si 20 no me quieren, 100 si lo hacen”, afirmó ante las cámaras de Diez.
'Mi vieja que me está iluminando desde el cielo, murió y no tuve la oportunidad de estar con ella en sus últimos días”, explicaba.
El drama familiar vivido lo ha hecho más vulnerable, sentimentalmente hablando, trata de ser fuerte y no llorar frente a las cámaras para revelarnos su historia.
“A comienzos de 2006 estaba jugando en el Mitclan de Guatemala, tenía contrato de año y medio, tuve una separación amorosa fuerte, me dolió mucho y por eso tomé la decisión de abandonar y dejar todo, irme del fútbol sin ninguna gloria”, prosigue.
EL DOLOR MÁS FUERTE
Reneau se atrevió a relatar el momento y la forma en que se dio cuenta del fallecimiento de su progenitora: “No derroché dinero, compartí con mucha gente, pero al final muchas de esas personas a las que yo ayudé, me cerraron las puertas, me dieron la espalda”.
“Perdí a mi mamá, siento que fue ayer, me ilusionaba siempre verla viva el día que me regresara a Honduras, no se dio', recordó.
Eso sí, pese a no estar presente en cuerpo, con su alma, sus gritos, sus oraciones y sus lágrimas, desahogó su dolor. Ahora recuerda las últimas palabras que Doña María Carolina, su mamá, le dijo antes de salir él de Honduras.
“Me rogó que no me fuera a Estados Unidos, que a pesar de lo que me pasó todo eso se iba a compensar con ver su sonrisa o la de mis hijos, que eso no tenia precio, pero no hice caso', explicó.
“Un día llegué de trabajar, llamé y pedí hablar con ella, la sentía rara, no estaba igual. Luegome llamó un amigo y me dijo que mi mamá había muerto. Quise tener alas para volar y estar con ella, eso ha sido lo más duro que me ha tocado vivir. Ella me dejó una carta, me consideró un hijo especial y le pidió a mi familia que no me dejara solo”.