Edward Mejía fue un robusto contención que jugó para el Deportes Savio, Hispano, Platense y Victoria. Llegó en 2004 a los jaibos por recomendación de Wilmer Cruz.
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El ocotepequense recibió la oportunidad de debutar ante Real España en el estadio Olímpico. “Jugué 15 minutos, pero salí como si había jugado 40 partidos”, bromea.
Mejía, junto a Walter López (qepd) y Darwin Pacheco son los jugadores de este lejano departamento que han militado en Liga Nacional.
En la concentración de los jaibos fue conocido como “Copán”, “dicen que hablamos cantadito, pero siempre les dije que era de Ocotepeque”.
LLEGÓ EL MOMENTO DEL RETIRO
A los 27 años, “Copán” arribó al Platense, donde fue llevado por Héctor Vargas, quien lo había dirigido en el Hispano, pero el 2010 estaba marcado como el final de su carrera.
“Estaba muy bien, pero algo marcó mi vida, no pude superarlo. Empezando una pretemporada, perdí a un ser que yo quería mucho, era parte de mi vida, pero las cosas pasaron de esa manera, a nadie se le puede desear eso”, nos cuenta y los recuerdos vuelven.
Era su novia con la que había planificado muchas cosas que no se cumplieron, “me dolió, ya no tenía ánimos de seguir jugando, no fui el mismo”.
Le preguntamos si el amor lo había retirado del fútbol y contestó: “Ya no tenía deseos, platicábamos muchas cosas juntos, ella me quería ver jugar, pero la vida sigue y Dios nunca lo deja a uno solo, después tuve la oportunidad de continuar adelante”.
REGRESO CON POCA FORTUNA
Pese a la falta de deseos terminó ese torneo en Liga Nacional, el Apertura 2010. Durante ese tiempo no visitó su pueblo, no mencionó el nombre de su amor perdido y tampoco la causa de la muerte. Un día, Héctor Vargas le preguntó: ‘¿qué te pasa?’ y observó que su rendimiento no era igual al que tenía en el Hispano. Ahí colgó los tacos.
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“Tomé la decisión de decirle al profe que el próximo torneo ya no regresaba”, contó.
El problema es que estando en su natal Ocotepeque se quedó sin ocupación. “Cuando estaba en La Labor no hallaba qué hacer, voy a ser sincero”.
También jugó en San Marcos de Ocotepeque con el Atlético San Antonio, pero había perdido la pasión. “Ya no tenía un gran amor por el fútbol, cuando antes dejaba cualquier cosa por la pelota. Ya era más importante mi trabajo”, recordó.
LA VOLQUETA, SU MEJOR ALIADA DE VIDA
En 2014 tuvo la oportunidad de comprar un equipo pesado. “Se da algo en la familia y gracias a Dios pudimos adquirir una volqueta, fue un negocio que se hizo con mi papá. Empece a trabajar en ella desde noviembre de 2014 y hasta hace poco ha sido mi sustento”, confesó.
Esto no le causa ningún malestar ni pena a Mejía, aunque algunos quisieran hacerlo sentir mal. “Muchos me dicen: ‘vos jugaste en Liga Nacional’, pero la verdad es que por el trabajo no se debe ver de menos a nadie, es un don de Dios que me brindó la posibilidad de jugar fútbol y manejar equipo pesado”, se ríe.
“Copán”, como le decían en la jaiba, pasa mucho tiempo frente el timón, a veces se levanta a las 7:00 am y no hay hora de salida. Es que el fútbol no le dejó plata. “El dinero que uno hace como futbolista si no se tiene la capacidad mental de administrarlo, no deja nada”.
Y agregó: “Seré sincero, del fútbol solo me quedaron recuerdos muy hermosos y amigos. Dinero no quedó nada, ni un par de tacos. Solo las camisetas, no hice nada, sería mentiroso si digo otra cosa”.
Eso sí, sigue agradecido con el bendito fútbol.