Mourinho demostró que es humano, dejó ver que los nervios y la presión de una tanda de penales pueden derrumbarlo y las piernas no resistieron a todo esto.
La imágen del técnico portugués, hincado en la grama del estadio Santiago Bernabéu, casi suplicando una victoria mientras ve a sus jugadores tirar penales ante Bayern Munich, da la vuelta al mundo pues nunca se le había visto en esa posición, al contrario, se caracterizaba por ser un hombre que podía manejar la presión, retar al adversario sin temor y soportar todo tipo de críticas.
Es la segunda vez que Mourinho deja a un lado la frialdad. En el 2009, cuándo el portugués dejó al Inter de Milán para unirse a la casa blanca, no pudo evitar llorar y abrazar a Materazzi, jugador del club italiano.
