2017-03-28
Desde las 9:00 am habían aficionados esperando que los portones del Morazán se abrieron para vivir otra tarde de fútbol con la Selección. Cómo antes, como hace 12 años.
Ni la goleada ni el sol abrasador vencieron a los miles de catrachos que llegaron al recinto sampedrano para dejar claron un mensaje: confían en la Bicolor.
Aunque la memoria colectiva no se olvida la desastrosa presentación en Estados Unidos, pudo más el optimismo y la ilusión de ver a la H retomar el camino mundialista hacia Rusia 2018.
'Ojalá ganemos', repiten algunos. Otros como Ricardo, pidieron permiso en el trabajo. La ocasión valía la pena. Había que confiar y se vino al Morazán.
En la grada de preferencia. Hay un aficionado sobrio. Muestra pocas emociones. Se llama Fernando Quezada. Es tico y vive hace 35 años en Santa Rosa de Copán. Nunca venido a partido su selección en Honduras y ahora también confió.
Los que confiaron hicieron rugir el vetusto Morazán. Como en sus mejores tiempos, esperó a la querida Bicolor vestido de azul y blanco. Con música alegre. 'Vamos, vamos todos con la Selección', retumbó.
Ni la goleada ni el sol abrasador vencieron a los miles de catrachos que llegaron al recinto sampedrano para dejar claron un mensaje: confían en la Bicolor.
Aunque la memoria colectiva no se olvida la desastrosa presentación en Estados Unidos, pudo más el optimismo y la ilusión de ver a la H retomar el camino mundialista hacia Rusia 2018.
'Ojalá ganemos', repiten algunos. Otros como Ricardo, pidieron permiso en el trabajo. La ocasión valía la pena. Había que confiar y se vino al Morazán.
En la grada de preferencia. Hay un aficionado sobrio. Muestra pocas emociones. Se llama Fernando Quezada. Es tico y vive hace 35 años en Santa Rosa de Copán. Nunca venido a partido su selección en Honduras y ahora también confió.
Los que confiaron hicieron rugir el vetusto Morazán. Como en sus mejores tiempos, esperó a la querida Bicolor vestido de azul y blanco. Con música alegre. 'Vamos, vamos todos con la Selección', retumbó.
