Uno de ellos fue James Rodríguez, quien durante todo el encuentro fue captado sufriendo en las graderías tatuado en la impotencia de no poder estar dentro del terreno de juego por lesión.
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En el tramo final del partido, cuando Mina apareció para empatar el encuentro, James fue captado celebrando como nunca. La tristeza se había esfumado de su rostro, dejando de sí completa felicidad.
Sin embargo, su agonía se hizo más grande y un diluvio de llanto comenzó a caer de sus ojos tras ver los resultados de la tanda de penal. Colombia se estaba diciendo adiós a su sueño de conquistar el ansiado trofeo.
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