Presionado por dar claridad de acción a la Casa Blanca tras un caótico primer mes de gobierno, el mandatario empezó su discurso desde el hemiciclo de la Cámara de Representantes del Capitolio, frente a sus ministros, senadores, congresistas y algunos magistrados de la Corte Suprema.
Una semana después de ampliar las facultades de las agencias inmigratorias y dejar vulnerables de deportaciones a casi todos los 11 millones de indocumentados que viven en el país, Trump prometió mano dura en las fronteras.
'Al hacer que finalmente se apliquen nuestras leyes migratorias, vamos a elevar salarios, ayudar a los desempleados, ahorrar miles de millones de dólares y tornar nuestras comunidades más seguras para todos', dijo.
Trump defendió la adopción de un nuevo sistema migratorio basado en méritos y en la capacitación de los candidatos, garantizando que los extranjeros no generen costos para el Estado.
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Y prometió el 'pronto' inicio de la construcción del polémico muro en la frontera con México, con el objetivo de frenar 'las drogas y el crimen'.
“Mientras hablamos, estamos removiendo pandilleros, vendedores de drogas y criminales que amenazan nuestras comunidades y a nuestros niños. Esos tipos se están yendo mientras hablamos aquí esta noche, tal como yo lo había prometido', dijo el presidente.
El mandatrio salió muy contento luego de su discurso.
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De traje oscuro y corbata azul rayada -abandonando su característico rojo y sus explosivos alegatos improvisados-, el mandatario se mantuvo a grandes rasgos en línea con el discurso preparado para la ocasión solemne.
Contra la tradición, los demócratas reservaron una recepción glacial al presidente a su entrada al hemiciclo, la mayoría de ellos de pie pero sin aplaudir, mientras que la otra mitad de legisladores, los republicanos, aplaudían a rabiar.
En señal de protesta silenciosa, unas cuarenta congresistas demócratas lucían de blanco, color símbolo de la lucha por los derechos de las mujeres.