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Lesbiana podría convertirse en medallista en Sochi

2014-02-10

¿Felicitaría el alcalde de Sochi a la primera campeona olímpica de la historia de saltos de trampolín esquí nórdico si resultase que ésta es.... lesbiana? Esta pregunta se la puede estar haciendo ahora mismo no poca gente.

Porque da la casualidad de que una de las candidatas a convertirse, mañana, martes en la primera mujer que gana un oro olímpico en saltos de trampolín es la austríaca Daniela Iraschko-Stolz, que hace medio año se casó con otra mujer.

Iraschko, campeona del mundo en 2011, en Oslo, y nacida hace 30 años en Eisenerz (Estiria), decidió hace un par de ellos hablar de forma pública y abierta de su condición de lesbiana. “A mí siempre me importó un rábano lo que los demás pensaran de mí”, sentenció, hace unos meses, en una entrevista con un diario de su país, Daniela, que tras su boda convirtió en compuesto su apellido. Ahora es Iraschko-Stolz. Stolz, en alemán, significa “orgullo”.

Daniela ha vencido en cinco pruebas de la Copa del Mundo (competición en la que fue segunda hace dos temporadas), entre ellas dos de las únicas tres que ha dejado de ganar este curso la joven japonesa Sara Takanashi, con diez triunfos y un liderato claro en esa competición, gran favorita, a priori, a capturar oro en Rusia.

Pero si Takanashi -de 17 años- falla, la austríaca estará al quite. Iraschko es tercera en la general de la Copa del Mundo. En las últimas cuatro pruebas presenta dos victorias, en Planica, Eslovenia, y dos segundos puestos, en Hinzenbach, Austria.

Y entre sus cinco victorias cuenta el ensayo olímpico de 2012: en Sochi. Donde ha brillado en los entrenamientos. De tal forma, si no a convertirse en la primera campeona olímpica de la historia de los saltos femeninos, la austríaca es clara candidata a subir al podio.

En unos Juegos en los que la cuestión de la homosexualidad se ha convertido en uno de los aspectos más polémicos, después de que muchos países occidentales hayan tachado de homófobas determinadas iniciativas del Kremlin, que merecieron el rechazo de numerosos líderes políticos internacionales, incluido el secretario general de la ONU, el surcoreano Ban Ki-Moon.

Vladimir Putin, el presidente ruso, ha reiterado varias veces que en su país no se persigue a nadie por practicar la homosexualidad. Y el alcalde de Sochi, Anatoli Pajomov, intentó diluir la polémica de forma peculiar, al decir que los homosexuales serían bienvenidos mientras no intentasen “imponer sus costumbres”, pero la avivó al afirmar también que en Sochi “no” los “hay”.