habilidades en brindar la mejor atención al paciente que está frente a mí. No importa si el paciente es hondureño o extranjero, no importa si es estudiado o analfabeta, si es pobre o si tiene dinero, si es mestizo, es de color o es blanco; si es hombre, mujer o con otra preferencia sexual, si es cristiano o es ateo.
Nada de eso me preocupa pues, al fin y al cabo, independientemente de todos los factores
mencionados, su sangre es idéntica a la mía, necesita de mi ayuda y estoy capacitado para ayudarle.
De la misma manera, el futbolista de profesión que sale a jugar al campo, sabe hacer bien su trabajo, sin importar el tipo de rival al cual se enfrenta, sin distingos de nacionalidad, raza, ranking de FIFA o poderío económico.
El blog de Orlando Ponce: 'Fabián Coito, cuidado con otro ridículo en la Copa Oro'
Una cosa era lo que ocurría en los inicios de nuestro fútbol, por ejemplo, cuando una inocente Selección de Honduras participó por primera vez en las eliminatorias a una Copa del Mundo (Chile 1962) y fue goleada el 11 de septiembre de 1960, 5 a 0 en San José por una experimentada selección de Costa Rica, a lo que posteriormente la historia señala en los 22 enfrentamientos adicionales en eliminatorias mundialistas entre ambas selecciones con 10 triunfos para Honduras, 8 empates y 5 derrotas.
De igual forma recordamos las consuetudinarias goleadas que nos llevábamos al enfrentar a México, hasta que un 21 de septiembre de 1996 se le ganó por primera vez a nivel de selecciones mayores en San Pedro Sula, y actualmente los enfrentamientos entre ambos combinados son altamente disputados.
Sin embargo, aún nos hace falta despojarnos del complejo de inferioridad que todavía nos perjudica cuando nos enfrentamos a los estadounidenses, pues claramente no aguantamos la presión y perdemos los encuentros en los minutos finales, inclinando aun la balanza de enfrentamientos entre ambos claramente a favor del país del norte.

Esa inmadurez futbolística, de arrugarnos ante los del norte y de sobrarnos ante los rivales de inferior nivel, no debería de existir en el pensamiento del futbolista profesional, pues posee el conocimiento, la experiencia y la capacidad para hacer bien su trabajo.

Sin embargo, nada de lo anteriormente dicho tendrá valor si nuestros futbolistas no están plenamente convencidos de lo que son capaces, por lo que hago mías las palabras del famoso cirujano cardiovascular, Dr. Christian Barnard: “el hombre que gana es aquel que cree que puede hacerlo”.