Nadie más Marathón que Orinson. En medio del fuego que consumía las frágiles armaduras del club, metió las manos en la hoguera y en una década lideró una metamorfosis verdolaga que aplaude el hincha, que elogia el fútbol, que celebra la historia...
El peor comienzo de diciembre lo escuchamos la mañana de ese lunes: a los 52 años se apagó la luz del hombre que sacó de las tinieblas al decano Monstruo Verde, un equipo que está en el corazón de los sampedranos y en todo el país.
Desde tu llegada a la institución, cada paso que diste fue por amor al monstruo, tus acciones fueron notorias y destacadas no solamente por los seguidores del club, tus obras traspasaron la barrera de la rivalidad deportiva.
Nos dejaste un título, evitaste una quiebra inminente; no dejaste que se le cambiara el nombre al club; renegociaste contratos de publicidad, construiste un hotel, remodelaste el estadio y, lo más importante, devolviste la identidad a un equipo que perdía su ADN poco a poco: "El amor que le tengo al Marathón es como el que le tengo a mis hijos", expresaste una vez desde tu corazón.
Desde lo más profundo de mi corazón y aunque aún no digiero tu partida, a la distancia quiero expresar mu gratitud por tu cercanía con la afición, las horas que compartiste conmigo y todos los verdes a nivel nacional no se me olvidarán nunca.
Gracias por tu legado, querido Orinson. Que tu herencia quede grabada en la justicia de la inmortalidad, y en nuestros corazones has dejado una huella tan grande que la llevaremos hasta la tumba.
Atte. El Tigre Castro, aficionado de Marathón