Amigos, si no tienen suficiente tiempo para conocer a “Joche Makanaky” Valladares, resuelvan sus asuntos y regresen luego para disfrutar de esta verdadera historia de éxito. Si existe una frase con la cual se siente plenamente identificado el Director Deportivo de las reservas especiales del Real España, esa es: “nadie es profeta en su tierra”.
Sí, hay frases que marcan y definen y entre estas una que comenzó a hilvanar en un torneo que inició a finales de julio y terminó un 27 de diciembre con el Walter Ferreti de Nicaragua, la ganó 4 - 1 en casa después de haber perdido 0 - 1 de visita; inmediatamente después José Valladares entendió que el fútbol se había constituido como su todo.
“Soy de las personas que cree que sí son bonitos los halagos, pero también soy de aquellos que sé que la vida, por más elogios que vengan, hay que trabajar fuerte en el día a día, esforzarse porque si uno se detiene en que un día no le salieron bien las cosas, sigue hacer un análisis y mejorar, porque de eso se trata, de ir siempre por superarse, de estar dando el extra e intentar ser mejor cada día que pasa”, recomienda el entrenador de Real España en sus categorías menores.
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A sus 62 años y viendo por el retrovisor, Valladares se siente pleno, con una energía bárbara en cada entrenamiento con las reservas especiales del Real España, donde ya suma cuatro años y medio aportando sus conocimientos a una institución convencida de que en sus semilleros está su pasado, presente y futuro futbolístico.
Cuándo usted escucha el nombre: Soroguara, ¿qué se le viene a la mente? Le consultamos: “El recuerdo de mi familia, mi mamá, mi papá, abuelos; las vivencias, lo que podíamos compartir. Ya a estas alturas, pues recuerdos tristes porque ellos ya fallecieron, situaciones que no son fáciles”, dice con la voz entrecortada, los envuelven los sentimientos.
A su mente vienen recuerdos de una madre, “no pudiente, pero que sí tenía una vaquita para ordeñar y tomar leche; hacer la cuajada. Y pues la familia de mi papá en una mejor condición, que, por la cercanía en el pueblo, se casaron y fue así como vino una niña que, por falta de atención médica, murió”, recuerda el profe.
Ese fue un episodio de vida que llevó a sus padres a tomar una decisión: migrar. “Decidieron ir a la ciudad a aventurarse, a ver qué les salía y lo primero que les salió fue este joven apuesto que ve aquí y siguieron su vida. Yo no soy nacido en Soroguara, sino en Tegucigalpa, pero hablamos de uno de los rincones del país de donde no me acompleja decir que de ahí vienen mis raíces”.
Los recuerdos lindos de cuando viajaba en las navidades, están fresquitos, “cuando salía de vacaciones en la escuela, íbamos con mi abuelo a sembrar cilantro de castilla; recuerdo que regábamos, él llenaba de agua dos botes de un galón para ir a regar los tomates y todos en fila, entre primos, atrás de mi abuelo, sin duda, momentos muy agradables de recordar”, se extiende el ahora entrenador.
“Lo hago poco, pero cuando puedo me he dado la tarea de ir y caminar por todo el cerro donde crecimos, entonces, cuando recuerdo todo eso se vienen las frases de mi mamá y entre ellas: ´dele pa´ delante hijo, dele´, eso me hacía no desmayar. No era fácil, pero en mi casa hubo un televisor cuando yo tenía 17 años, antes de eso, mirábamos la tele donde un vecino, ya en Tegucigalpa; eso sí, nunca fuimos jóvenes con malicia o mentalidad de delinquir, todo era sano”, relata.
El ahora convertido en director técnico y quien es el primer hondureño que gana un título como entrenador a nivel internacional con el Walter Ferreti de Nicaragua, recuerda que, por sus años mozos, nunca diferenció en quién era pobre o quién tenían dinero.
“De hecho, tenía un tío, quien ya falleció, dueño de transporte urbano y yo lo miraba normal; no recuerdo haber tenido un sentimiento de inferioridad, nos criamos y me dediqué a trabajar sin ningún complejo en el mercado para seguir estudiando, la verdad que tuve una infancia bonita”, reseña.
“La otra vez se publicó en un periódico recuerdos de la Tegucigalpa de antaño y entre las imágenes que incluyeron se apreciaba transitar en la calle del Puente Carías, un autobús Volkswagen y al lado un niño caminando, entonces dije: ´no seré yo ese niño, ja, ja, ja´, porque ese era mi día a día, porque al lado está el Mercado Las Américas, luego la calle que da al Mercado Álvarez, todo eso lo caminaba”, dice.
Pero, ¿y qué hacía un niño por las calles de Tegucigalpa y Comayagüela? “Iba y compraba una arroba de sal para luego revenderla en el mercado; en ese tiempo el pasaje costaba 10 centavos, -en ese momento sus ojos enrojecidos, contiene las lágrimas, pero sigue con su relato-, sin duda, esa es mi foto, luchando y nunca desmayando”, remata.
¿En qué momento siente que el fútbol marcará el norte de su vida? “Comencé a jugar fútbol en la Santa Fe, Comayagüela. Había un primo hermano de mi mamá de nombre Rodolfo Raudales, a quien le gustaba el fútbol, pero a la edad de 10 y 11 años uno no entiende más allá de pegarle a una pelota, pero jugábamos en la calle y a él le gustó tanto vernos que por las tardes la gente de ahí, en la cuadra de los soroguaras, -le dicen así porque la mayoría de gente que vivía ahí vino de la aldea-, prácticamente era una cuadra de paisanos y familiares. Mi tío nos ponía a jugar, cerraban las entradas y la gente sacaba sus sillas a las aceras para vernos”, recuerda Valladares como si eso fue ayer.
Un día, un señor de la Torocagua que tenía un equipo que se llamaba Las Américas, invitó al equipo del barrio a un campeonato de reservar, “yo con 13 años jugando para el Sport Santa Fe y fue así como comencé en las ligas federadas, hoy esas son las cancha donde está el complejo Simón Azcona, en la Villa Olímpica. Entre los señores que nos apoyaban, había uno que tenía una volqueta y nos esperaba donde antes era Arroz Cielito Lindo que da al Mayoreo; era el transporte; todos montados en la volqueta para ir al torneo”, recuerda sonriendo.
No olvida que en ese torneo surgió una Sub-14 que viajó a Guatemala, pero él no pudo ir porque tenía que vender la sal para ganar dinero.
“Igual, mi vida seguía. Ya cuando tenía 16 años se formó un equipo en el barrio que le llamaron Olímpico y lo metieron a la tercera división; mi vida giraba entre el fútbol y el trabajo, pero no era una obsesión o desesperación por llegar a destacar, aún sí, seguían llegando las oportunidades; por ejemplo, cuando tenía 17 años, me vinieron a traer del Curacao de la Segunda División de Tegucigalpa, en ese tiempo trabajaba en una zapatería; por esas fechas ya vivíamos en el Carrizal #2, por el Terrerito, colindando con el Luis Bográn; de donde no olvido a don Quique Deras, dueño de la zapatería”, menciona Valladares.
El tres veces mundialista con la Sub-17 de Honduras, aún tiene muy presente aquella tarde donde lo llevaron a un entrenamiento con una cantidad enorme de jugadores donde no dio tiempo para que lo vieran jugar, “bueno, seré muy feo, chaparro, pero bien, regresé a casa”, dice.
Ya con 20 años y bregando en este equipo llamado Olímpico, uno de sus amigos, Rigoberto Vallecillo, quien igual era amigo de Santos Alejandro Ruiz, hablaron para que fueran a verme jugar.
“Por futbolista me habían dado trabajo en el departamento de cables de Hondutel, entonces llegó Ruiz a verme y cuando terminó el partido me dijo: ´el martes inicia pretemporada el Olimpia (primera división) yo te voy a llevar´, recuerdo que me fui para la casa, ilusionado, pero ya pensándolo bien, tenía que dejar el trabajo por algo que no estaba seguro y al final decidí no ir y me dediqué a trabajar”. Decisión de la cual no se arrepiente, pero quedó la espinita de no haber ido a probarse con el equipo blanco.
José Valladares, entre sus recuerdos también guarda que, antes de llegar al equipo de Hondutel, cuando jugaba para el Olímpico, una vez la gente del barrio le llevó a San Pedro Sula a un partido contra una reserva del Real España, “fue tan inolvidable porque salimos a las dos de la mañana en un bus al que solo le faltaban las gallinas. Los padres de familia traían tamalitos, burritas, de todo; de ese viaje salieron un mucho sobrenombre...”, menciona, entre otras anécdotas.
Es así como el fútbol le consumía más tiempo al de la cuadra de los Soroguaras, quien, ya siendo entrenador, entre otros logros, se convirtió en el primer DT del Juticalpa FC, equipo recién ascendido a la primera división de Honduras.
50 LEMPIRAS POR GOL
Por aquella época, dice Valladares, él era delantero y le pagaban 50 lempiras por gol, “era buena plata porque muchas personas ganaban 300 lempiras al mes y yo hacía eso en un fin de semana. Para que tenga una idea, trabajé en el Instituto Técnico Luis Bográn y ganaba 24 lempiras a la semana”.
En sus andanzas, cuando ya tenía 21 años, logró un ascenso a Liga Mayor, pero al independizarse joven, estaba obligado a trabajar, pero sin dejar de jugar, ya por esos días resolvía la parte económica como vendedor en una panificadora de nombre Bambino, ahí con un amigo, quien fue prácticamente la persona que lo involucró en el fútbol.
A PRIMERA CON EL ATLÉTICO INDIO
“Recuerdo que con este equipo peleamos un ascenso a Segunda División, fue un partido en La Paz y perdimos, fue ahí donde me cayó el veinte; pero el entrenador Ramón Martínez, a quien le decían “el entrenador de Las chuñas”, me puso a jugar de volante, y pensé: ´aquí no me quedo, voy para arriba, iré a hacer pretemporada a un equipo de segunda, ese era el Atlético Indio en 1989, entonces el profe Rubén Guifarro me pidió los papeles y ese año ascendemos a la Liga Nacional”.
“Jugué solo la primera vuelta porque en esos tiempos uno podía salir de un equipo a medio torneo. No estaba teniendo las oportunidades y me buscaron de la Universidad, en la segunda, donde llegamos a la liguilla, por esos días Salomón Názar ya era directivo del equipo. Al no avanzar con la Universidad, tomo la decisión de regresar al Atlético Indio, que solo estuvo ese campeonato en primer y descendió; estuve con ellos hasta 1995 y entonces llega el momento de retirarme, es ahí donde termina mi carrera como jugador”, reseña.
¿Cómo nace la idea de ser entrenador? En su vida dentro del fútbol, como todo en la vida, hubo familia, conocidos y amigos, en esta última línea uno a quien, si pudiera, Valladares le haría un monumento.
“Se trata de Óscar Enrique David Santos, quien me había llevado a trabajar a la Panadería Bambino, tenía el equipo en la tercera división, quien fue a buscarme y me dice: “Joche, ya te retiraste, ahora quiero que me ayudés, hay un curso de entrenadores y quiero que lo saqués para que te sumés a las categorías menores del equipo”.
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“Recuerdo que un argentino naturalizado guatemalteco vino a impartir ese curso, entre quienes lo recibieron estaban Carlos Padilla, Griffin Cubas, Aquiles Medina, entre otros, como también Juan Carlos Pineda, ´Polaina´ Osorto, ”El Che” Altamirano, “Chito” Reyes, etc. El curso duró al menos tres meses y la sorpresa mía es que cuando entregan los diplomas de reconocimiento, dicen: ´el primer lugar del curso es para José Valladares´, me sentí sorprendido, entonces entendí lo que el profe Rubén Guifarro vio en mí, que era un jugador muy táctico en la cancha”.
EDWIN PAVÓN LE ABRE LAS PUERTAS
Resulta que, al día siguiente de terminar el curso de entrenador, llegó a buscarle un utilero que tenía el Atlético Indio, de nombre Eligio y le dice: “´Makanaky -así me decían en referencia a un camerunés que destacó en el Mundial de Italia 90- , mirá, me manda el profe Edwin Pavón a buscarte porque quiere platicar con vos´ y le digo, yo no quiero jugar, ya me retiré...”
Edwin Roberto Pavón -QDDG- era el entrenador del Melgar de la Segunda División. “Acudí a la cita y me dice: ´cómo estás, vi en los medios que recibiste un curso de entrenador y me gustaría que vinieras a trabajar en las categorías menores del Club Atlético Melgar, pero como ya estaba comprometido con el Bambino, entonces acomodé con ellos: entrenaba a unos por la mañana y a otros por la tarde, fue así como comencé a dedicarle tiempo al fútbol en su totalidad, no sin antes agradecer a don Henrry Merriam Weddle porque gracias al trabajo en la panadería pude educar a mis hijos y construir mi casa en Tegucigalpa”.
Es así como José Valladares se involucra en la dirección técnica, donde después pasa a trabajar con Motagua, para luego convertirse en el primer entrenador que dirige al Juticalpa FC, hoy en primera división.
Además, estamos ante una persona a quien el fútbol y su carrera como entrenador le tenían preparado momentos únicos e inolvidables, como ser el primer director técnico hondureño en lograr levantar títulos dirigiendo a un equipo en el exterior: el Walter Ferreti de la primera división de Nicaragua.“Joche” Valladares, como es conocido por sus cercanos, siguió su marcha cosechando éxitos hasta convertirse en el único entrenador que clasifica a tres mundiales con la Selección Sub-17 de Honduras y que pasa a cuartos de final en un Mundial en esa categoría.
Esta es la historia de un guerrero, la vida del actual director deportivo de las reservas especiales del Real España, que, entre otras cosas, tiene el récord en Nicaragua de ser el único técnico en llevar al Walter Ferreti a pelear cuatros finales de liga.