Liga Nacional

Columna de opinión: ¿Olimpia?, "gana por historia y por su gente, solo por eso"

Este Olimpia vive de los genes, y ahora sí, gritémoslo y aceptémoslo todos. Vive de su gente, de su pueblo que lo empuja, que le da valentía para resistir.

2022-11-03

Nelson García, Jefe de Redacción LA PRENSA

Dicen que ningún equipo gana con la camiseta: falso. Este Olimpia de Beckeles y Menjívar gana con la blanca sudándola en el pecho, con el peso de la historia, con los genes que se transmiten de futbolista a futbolista y de generación a generación. Es mística.

Solo eso puede explicar que un equipo de solistas resista aluviones y los golpes sicológicos de un partido. Que gane sin ser más, sin el señorío de antaño. Solo eso explica que el Mango Sánchez, un jugador sin pena ni gloria, se disfrace de Jordi Alba y vaya con fe a los 87 minutos a la espalda del Búho Meléndez y saque un fierrazo estilo Roberto Carlos para callar al odiado enemigo.

Antes, recordemos, este Olimpia fue superado por un Municipal ambicioso y dinámico, pero Edrick se puso alas y trancó el candado. Llegó el clásico, la serie más dura, y en el choque clave se quedaba en inferioridad numérica. Motagua tenía un hombre más y se daba un festín por el carril derecho.

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Pero, sepa Dios por qué, se paralizó, tuvo miedo y se hizo para atrás. Y como si estuviera en el frente de batalla, sacó la bandera blanca de la paz y renunció a la victoria. Y al enemigo, ni las gracias. Bombazo al 87 y a celebrar.

Es cierto, este Olimpia no tiene el fútbol de aquel campeón de Concacaf del 88, no tiene a Nahún y Juan Carlos Espinoza, no tiene el equilibrio de Vicente Daniel Viera ni a Dolmo, el extremo más dominante de la historia centroamericana, ni los goles de Juan Flores.

Tampoco la magia de aquel Olimpia sublime que en una semana hincó a un Toluca de época y goleó sin piedad al Pachuca de Javier Aguirre. No, este Olimpia no vive de la clase de Alex Pineda Chacón ni de la contundencia de Denilson Costa.

Este Olimpia vive de los genes, y ahora sí, gritémoslo y aceptémoslo todos. Vive de su gente, de su pueblo que lo empuja, que le da valentía para resistir, que le da calidad con cuentagotas para iluminar a Pinto y callar a 17,000 manudos y coraje para dejar la vida en la cancha, porque fútbol no tiene.

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Qué grande es este Olimpia, es el papá de los demás, aquí y en Centroamérica, el que le gana trompada a trompada al Monstruo Morado y que desafía a todos los demás hasta reducirlos a su mínima expresión con tan solo el peso de la historia y el impulso de su gente. Ahora, a celebrar, que copas sobran.