“Te lo juro, tocayo, es la primera vez que cuento algo así en mi vida”. Para Omar Rosas, como muchos futboleros, tuvieron que pasar por un valle de sombras y casi de muerte para ganarse un nombre y sobre salir, aunque no precisamente en el lugar donde nació, pero sí en donde quiere quedarse.
Sonriente y apasionado, como todo un buen mexicano, el delantero mexicano del Real España quiso relatar su historia como nunca antes, desvelando detalles bastante profundos e inéditos que lo llevó a derramar un par de lágrimas durante el transcurso de una amena charla con DIEZ.
Rosas llegó a Honduras en enero del 2021 tras una década de fútbol en su país natal donde creció en un ambiente hostil en el estado de Sinaloa, lugar donde impera el narcotráfico y los jóvenes suelen caer en el camino de la delincuencia, pues así lo relata Omar quien confiesa que casi todos sus amigos de infancia, o han fallecido o se encuentran en prisión.
Su madre, Guadalupe Salomón Cárdenas, fue una heroína para él, pues lo cuidó siempre aún y cuando su padre, Alfredo Rosas Rivera, estaba en la cárcel de Sinaloa, donde la tentación le hizo pecar a pesar de ser un policía.
Contó con una mala experiencia en su arranque en el fútbol, pero su corazón lo domó y le hizo intentarlo hasta el final. Era bueno en otros deportes, donde le alcanzaba para un profesional, pero se decidió por la número cinco y no se arrepiente de nada. “Solo mira donde estoy ahora, en mi primera final como jugador”, dijo el mexicano cuando finalizó su extensa y más íntima entrevista dos días después de vencer a Motagua en semifinales y acceder a la llave por el título del Apertura 2021.
Y es que Rosas tiene un pasado muy humilde, contó que en su vida lo ha acompañado su pilar, su madre, que nunca les dejó desamparados junto a sus cuatro hermanos Alma Guadalupe, Alfredo, Damaris Nohemí y Mario Alberto. Omar era el penúltimo de ellos.
Así contó Rosas su vida en Sinaloa, cómo fue su infancia, su inicio en el fútbol y su llegada a Honduras gracias a su relación con el entrenador del Real España, Raúl ‘Potro’ Gutiérrez.
- LA ENTREVISTA -
De Sinaloa, ¿no?
“En Sinaloa, sí. Allí nací en un pueblo llamado Balbuena, Navolato. Mi madre siempre fue madre y padre para nosotros, ella nunca nos dejó abajo y nos sacó adelante. Se levantaba a las 5 de la mañana todos los días para irse junto a sus hermanos al campo para cultivar verdura, un negocio muy grande de donde somos, y nos dejaba listo nuestro desayuno junto a la ropa planchada para ir a la escuela. Después regresaba en la noche.
Mi madre siempre ha sido el motor de mi vida, es la que me apoya en todo, con la que lloro en mis derrotas y río en mis victorias. Siempre ve mis partidos, me dice que - no me caiga mucho y no se ponga a alegar con los árbitros - porque sabe que acá no me quieren - ¿Por qué será? (risas) -.
Yo hablo con ella antes de los partidos, cuando estoy en concentración y me subo al autobús camino al estadio. Le hablo por teléfono y me dice - Hijo, cuídate mucho - y ya después grita - ¡Qué Dios me los bendiga, que me escuchen todos - y Ramiro (Rocca) junto a Franco (Flores) y Jhow (Benavídez), se ríen. Ya después nos echa la bendición del Padre Nuestro. Ese es mi ritual antes de los juegos, y ya en el camerino, lo que hago es rezar un Padre Nuestro o un Ave María, y le pido a mi angelito Kevin, que es un hijo de mi hermana que falleció de cáncer por un tumor en el cerebro, que me de sus alas para poder aguantar en el campo.
Para la final yo quiero que venga mi madre, es una motivación tener a mi familia en una instancia tan importante para mí y mi carrera. No sé si vendría, pues es una señora y por el tema del covid es difícil, tiene 58 años. De llegar, sería junto a mi hermano menor (Mario), quien vive con ella”.
-¿Y cómo era tu relación con tu padre?
“No te voy a mentir, no nos llevábamos bien, era una buena-mala relación. Con él no compartí mucho, nunca tuve una figura paterna con quien vivir, mi niñez no fue la que deseé. A veces veo a sus papás con sus hijos y digo que hubiera querido eso para mí, y siempre lloro ahora cuando lo recuerdo.
Me di la dicha de estar cuatro años con él una vez que salió de la cárcel, pero fue difícil porque ya estaba acostumbrado a estar con puros hombres y personas rudas, eso le hizo cambiar. Tuvimos bastantes problemas, nos tuvimos que cambiar al estado de Coahuila, en el pueblo La Florida, por problemas de seguridad, cuando yo tenía 13 años. Él falleció, me parece que fue en 2011.
Él pasó mucho tiempo en la cárcel. Era comandante de la policía de Culiacán, Sinaloa, y tu sabes que cuando trabajas de eso debes realizar esos ‘movimientos’. Él firmó unos papeles que no debía, y eso lo llevó a que lo apresaran. Podíamos estar con él los martes, jueves y sábados, que era cuando nos podíamos quedarnos a dormir e irnos el domingo en la tarde. Él tenía problemas de alcohol y también con mi mamá, eso era lo que me molestaba”.
¿Estuviste cerca del camino de la perdición?
Si me hubiera quedado en Balbuena sí, mi mamá me dice que eso hubiese sido nuestra perdición. La mayoría de mis conocidos de pequeños se metieron al camino malo. De mis verdaderos amigos, solo queda uno, los demás los han matado o están en la cárcel. Mi mamá siempre me decía que en este camino solo había dos opciones: la prisión o la muerte. Nunca me pasó por la mente ir por un mal camino, pero eso sí, era el ‘patito feo ‘de la familia por mi hiperactividad.
Mi familia solía viajar, todos, pero no me dejaban ir porque echaba mucho desmadre, y eso a veces lo tomaba a mal, quería ser aún peor, a lo que llegó un tío y decidió compartir tiempo conmigo, pues consideró que en mi familia no me daban oportunidad para demostrar cómo soy. Cuestión que un día vamos a pescar, pusimos una red, y él me pidió solamente cortar un pedacito, y yo corté la red grande, se partió en dos. Me dieron unos chingadazos. ‘No, tu ya no tienes arreglo’, me dijo (risas).
¿Y si no hubieras sido futbolista...?
“El colegio no me gustaba, yo quise ser bombero, pero de profesión Licenciado en Administración de Empresas. Era ‘coco’ para las matemáticas.
También jugaba al fútbol americano. Comencé como receptor y terminé jugando como pateador y desde allí comencé con lo del fútbol. Era de los pateadores que la sacaba desde la yarda 25 y la pasaba hasta el otro lado del campo.
Estuve a punto de tomar el fútbol americano como profesional porque ya me habían llamado equipos profesionales de México como ‘Los Borregos’ del Tecnológico de Monterrey, de la Universidad de Nuevo León, pero me llamó más la atención el fútbol profesional porque lo miraba en la televisión.
De parte de mi papá todos eran beisboleros, en la familia de mi mamá no eran mucho para los deportes. Recuerdo que en el pueblo mis amigos tenían un equipo de fútbol donde yo era su aguatero. Los domingos por la mañana me levantaba y agarraba el garrafón donde llenaba el agua, me daban el dinero para comprar el hielo y todo. Una vez que terminábamos, me tenía que regresar a mi casa porque ellos se ponían a chupar. Siempre en Coahuila, continuaba jugando béisbol, era bueno pitcheando y en el campo era fielder. Como era bien extrovertido, la gente siempre me aplaudía porque, aunque la pelota fuera allí no más, yo siempre me tiraba. Sin que me crea mucho, en todos los deportes hubiera sido profesional.
¿Y tú arranque en el fútbol cómo fue?
Mi familia siempre había vivido al día, pero nunca nos faltaron los frijolitos como dicen, pero no tenía el dinero. Yo había sido escogido para ir a unas visorias del Club Pachuca, tenía 14 años, me dijeron que era muy bueno y tenía calidad, pero debía pagar 10 mil pesos para irme al Distrito Federal. En ese entonces yo me quedaba a veces donde Don Güere, el hombre que me enseñó a jugar fútbol, pues le ayudaba con su depósito, me daban de comer, no me pagaban pero me daban estadía. A veces quien era su esposa, le decía Mamá Letty, me daba dinero para ir a la escuela; ella ya está en el cielo. Ellos me dijeron que le comentara a mi mamá, pues lo hago, ya estaba dormida, y ella se pone a llorar, pues no podía pagarlo... se me vienen las lágrimas a mi también recordando esto (dice Omar, quebrándose).
Yo le comenté entonces que no se preocupara, que el pueblo me había dicho a mí que me podía ayudar y así fue como en tres días ya había recaudado cinco mil pesos. Mi mamá hacía rifas, vendía hamburguesas, la gente me regalaba 10 o 20 centavos. Ya después me ayudó un alcalde de otro municipio, Progreso, donde gobernaba Federico Quintanilla Rojas, y mi tío Arnoldo me completó lo demás.
Me fui al DF, era la primera vez que salía de Sinaloa, y llegué a las supuestas visorias, pues todo estaba muy bien, pero no me metían a jugar. El profesor con el que me tuve que quedar se aprovechó de mí, casi le termino todo el tercer piso de su casa, me quitaba el dinero que me mandaba, allí vivía con él junto a otro compañero. Cuando me empezó a pasar eso yo ya me quería ir, la ciudad era enorme, yo estaba solo, pero me propuse a quedarme, pues si salí de mi pueblo era para ser exitoso y convertirme en futbolista profesional, era mi meta trazada.
Finalmente, en un partido amistoso contra el Atlante de Cancún, equipo donde surgió el profesor Raúl ‘Potro’ Gutiérrez, anoté, y al final del partido me dieron una tarjeta, era un visor del Cruz Azul. Allí estuvo año y medio, después pasé a jugar con el Veracruz con el que jugué seis partidos con el primer equipo de la mano de José Luis Sánchez, ‘El Chelis’ y Carlos Reynoso.
Allí jugué cinco partidos de Copa MX y una de Liga. Mi partido más especial fue cuando jugamos contra Tigres unos cuartos de final en casa frente a 40 mil aficionados. También la vez que jugamos ante Dorados en Sinaloa, era la primera vez que regresaba allí desde que me fui a los 13 años.
Toda mi familia fue al estadio a verme y al hotel de concentración - No podían creer que aquel chamaco desmadroso está haciendo eso, decían -. Esas son cosas con las que uno dice ‘está canijo’.
¿Cómo conociste al Potro Gutiértez?
Fue cuando se fórmo la nueva liga en el fútbol mexicano, ya no existía el ascenso, sino que era un campeonato de segunda categoría, la liga balompié, la cual estaba muy desorganizada. Allí lo conocí a él en el San José FC de Michoacán. Al profe le gustó la forma en que jugaba, en como rendía en el campo. Yo no lo conocía hasta ese torneo, tres o cuatro meses de trabajo, pero en eso el equipo desaparece por problemas financieros. Raúl me dijo que tratara de aprovechar la oportunidad si me llegara a llamar cuando él tuviera equipo porque me iba a dar la confianza.
Después pasé a otro equipo que también desapareció por el mismo problema, ese era Halcones de Zapopan. Tras quedarme sin equipo, fue allí donde el Potro me llamó y llegué a Real España. De hecho, tengo una muy buena relación con él.
Te quiero enseñar un video tuyo con el Potro una vez que terminó el partido ante Motagua (sábado 11 en semifinales) . Le dijiste que “se lo prometí, esto es por usted”. ¿Qué se había hablado?
(Rosas sonríe mientras ve el clip) “Lo recuerdo muy bien. Yo estaba celebrando cuando escucho al fondo - ¡Rosas, Rosas! - y yo me preguntaba si ese era el profe, y así fue. Lo fui a abrazar. Él me dice que se sentía muy orgulloso, que muchas felicidades, habíamos dado un paso importante pero falta el otro y que iba seguir confiando en mí, por eso le dije muchas gracias profe, que esto era por él. Yo le prometí que le iba a echar muchas ganas para llegar a la final y que los minutos que tuviera iba a aprovecharlos”.
¿Te imaginabas llegar hasta acá si piensas en el niño que eras en Sinaloa?
“Me lo imaginaba, pero nunca pensé vivirlo. Nunca pensé estar en estas instancias, yo solo lo miraba por la televisión, pero no llegar a tan lejos. Es un sueño hecho realidad. Cuando me dijeron que venía para Real España yo miré videos de la barra, siendo el sábado (vs Motagua) la primera vez que lo vi con mis propios ojos, cuando salí a la cancha sonreía, pero de nervios.
Entonces, ya me puedes contar cómo surgió tu tan famoso apodo del ‘El Ranchero’.
“Ja ja ja. Cuando recién llegué a Veracruz, me hicieron una entrevista donde me preguntaron a qué me dedicaba, entonces yo les comenté que cuidaba vacas, chivas, pues tenemos un mini rancho. Cuando llego al día siguiente al entrenamiento, el colombiano Leiton Jiménez me dijo - Ahora resulta que hasta ranchero y norteño - , pues también por la voz que tenía entre norteña, Culiacán y todo eso. Y desde allí todo el mundo me vino a decir ‘El Ranchero’, yo decía - ¡No, no, díganme Omar -, pero se quedó así. ¿Cómo llegó eso hasta acá? No sé”.