Darío Banegas publicó su primera caricatura hace 24 años, y desde ese momento abrió el baúl del corazón del pueblo hondureño, esquivó palpitaciones y se metió en lo más profundo de sus sentimientos.
Allí vive, lápiz en mano, rodeado de sueños, esperanzas e ideas quijotescas. Es caricaturista. Diputado. Un exquisito conversador que convierte en oro todo lo que habla. También es una voz -como el Bautista-, que clama en el desierto del Congreso Nacional.
¿Qué hace metido a diputado alguien que critica con caricaturas las cosas feas del sistema?
Lo que hago es tratar de darle forma a mis sueños invadiendo el terreno que los políticos tradicionales nos robaron hace mucho tiempo a los ciudadanos buenos de este país. Lo que hago es intentar dar un buen ejemplo. Lo que hago es poner mis talentos al servicio de mi país en los círculos de decisión. Lo que hago es tratar de corregir todas las cosas malas que he criticado en mi país. Lo que hago es obedecer a una necesidad que tenemos los cristianos: ser protagonistas de los cambios. Lo que hago es ponerme al servicio de los pobres.
¿Una golondrina hace verano?
El director de Visión Mundial dijo que porque no se puede hacer todo, no se justifica no hacer nada. Aunque no soy un ejército para dar la batalla, yo no renunciaré a dar el primer paso. Probablemente hay muchas buenas personas en los cargos de elección popular. Si nos quedamos sentados lamentándonos toda la vida de lo mal que dirigen al país las clases políticas, seguramente la clase política pondrá allí al narcotraficante, al robacarros…
Cuando yo lo vi como candidato a diputado del Partido Liberal, tengo que aceptarlo, me decepcioné. ¿No cree que a muchos de sus admiradores les puede pasar lo mismo?
Se arregla el nudo de la corbata anaranjada a cuadros antes de contestar: “Yo sé que el Partido Liberal tiene una deuda terrible con la sociedad hondureña, pero los errores de la dirigencia histórica del Partido Liberal no me los tienen que achacar a mí. Yo abrazo la doctrina liberal, porque creo en la libertad, no por el partido, no por la dirigencia. El Partido Liberal no es la dirigencia jurásica que tiene, ni la conducta corrupta de algunos con banderas rojo blanco rojo”.
POR LOS HUMILDES
¿No fue una decisión arriesgada tomando en cuenta lo desprestigiado que ha sido el Congreso Nacional?
Por supuesto que sí. Lo consulté con mi conciencia y mi almohada durante cuarenta días y cuarenta noches. No me dejé deslumbrar por la oferta de convertirme en diputado y pedí consejo a las personas que consideraba que me lo podían dar. Arriesgué el pellejo, porque los pobres de este país valen la pena. Vale la pena el riesgo, el sacrificio y el sudor por tanta gente que sufre en silencio. Hay gente que no puede alzar su voz, que gime de dolor, que tiene hambre… Hay millones con desesperanza. Honduras está lleno de gente con corazones rotos.
Algunos diputados, al leer esto que usted está diciendo, dirán: “Otro lírico”…
Es probable que cuando se escucha hablar a un soñador, muchos digan :“Es otro cuentista que nos viene a contar historias”. Eso es porque así de desprestigiada está la clase política del país. Esto se soluciona con una fórmula que nos dejó Jesús: que no nos conocerán por las palabras, sino por los hechos. Yo pongo al servicio de la sociedad mi vida, mi testimonio, mi conducta.
¿Hay alguna ambición de poder en su decisión de ser diputado?
Suelta una carcajada que retumba en la oficina donde se realiza la entrevista: “Ja, ja, ja, no, no, no. A mí no me deslumbra esto de andar de corbata”.
Le queda bien…
Ja, ja, ja, muchas gracias… -sigue riéndose-. No me deslumbra que me llamen honorable, ni me marea sentir la amabilidad protocolaria que tienen aquí con los diputados. Yo tengo los pies amarrados a la tierra y la cabeza amarrada al cielo. Es muy difícil que me deje llevar por las vanidades, porque soy un hombre sencillo.
Algunos ex diputados como Matías Funes, Doris Gutiérrez y Chelato me han dicho que aquí se legisla a favor de unas minorías privilegiadas y no a favor de los más necesitados. ¿Es cierto?
Suelta el látigo: “Aquí hay camarillas de políticos que hacen parecer como bueno lo que es malo y como popular lo que no es de beneficio para el pueblo. Lamentablemente eso que usted me dice sí existe y es un desafío para mantenernos en el combate para cambiar esto”.
HABLA CLARO
Usted, como hombre creativo, como artista, como persona sensible, ¿nunca se ha sentido fuera de base aquí y con ganas de agarrar sus maletas?
No -dice Darío Banegas, mientras me queda viendo fijamente-. Tengo la suficiente perseverancia para luchar aquí y defender a los pobres, esos pobres que no tiene la voz para que se les escuche. Tengo el suficiente compromiso para mantenerme. Afuera nos podemos quedar afónicos de gritar insatisfacciones, pero no lograremos hacer cambios en las estructuras de poder. Es aquí donde hay que hacerlos. Ser diputado es un gran compromiso para mí y quiero estar a la altura para merecerme todos los días el beso de mis hijos, el aplauso de mis electores y un guiño de aprobación de Dios. Trabajo pensando en eso.
Cuando iba a entrar ahorita al Congreso Nacional, no pude dejar de pensar que aquí fue donde le falsificaron la firma de renuncia como presidente a Mel Zelaya.
No solamente eso. Aquí han ocurrido cantidad de crímenes indecibles. Si las paredes hablaran, nos contarían cosas vergonzosas para el país. Aquí se han cocinado decisiones salidas del fondo de corazones perversos. Es precisamente aquí donde hay que empezar a cambiar al país.
¿No es más poderoso con sus caricaturas que como diputado?
Pone el dedo índice de su mano derecha sobre la punta de la nariz. Piensa unos segundos antes de responder. Luego dice: “El poderoso es el que está en mí; yo sólo soy un instrumento. Con una caricatura tengo mucha influencia, pero también lo puedo tener evitando que en un artículo de ley pongan una cosa grosera que perjudique a la gente”.
¿Pero que tanta influencia pueden tener los buenos en el Congreso Nacional?
Hasta ahora muy poco. Para ponerlo en términos de boxeo: me siento como un peso pluma. No tenemos la incidencia que deberíamos tener. En el Congreso se puede influir muy poco, porque los partidos son tan podridos con esquemas que favorecen la corrupción. Así que es muy poco, pero por pequeña que sea la semilla, no podemos renunciar a que va a germinar y que de allí nacerá un frondoso árbol de justicia bajo cuya sombra se pueda sentar el noble pueblo de Honduras.
¿Un peso pluma peleando contra Mike Tyson?
Ja, ja, ja… Yo sabía desde antes que la lucha era difícil y hay que enfrentarla. Obviamente que es necesario que una muchedumbre de voces nos unamos para transformar. No es un diputado el que hará un cambio. Somos los ciudadanos. Debemos levantarnos de la hamaca de la indiferencia, que no veamos pasar las injusticias a toda velocidad por las pantallas de la televisión en la noche, mientras disfrutamos de comodidades que otros no tienen. Hay que dejar se ser quejosos.
Esto de ser quejosos parece ser parte de nuestra cultura…
Los hondureños nos lamentamos mucho, pero hacemos muy poco por cambiar las cosas por las cuales nos lamentamos. Tenemos la pobreza instalada en la mentalidad. Nosotros mismos nos ponemos múltiples limitaciones. Somos un pueblo cándido, tan cándido, que les hemos creído a los políticos tradicionales votando por ellos en repetidas ocasiones. Nos creemos pobres y actuamos como pobres. Nos derrotamos antes de dar el paso. Es una cosa de actitud.
UN TEMA DELICADO
Su colega Allan McDonald le dice Congrezoo al Congreso, dando a entender que es un zoológico. Claro, eso fue mucho antes de que usted llegara…
Ja, ja, ja… Estando yo aquí tampoco ha cambiado mucho la calidad del Congreso. Falta ver el desenvolvimiento de esta administración para cambiar ese nombre, o para llegar a la conclusión que se lo merece para siempre. McDonald es muy acertado.
¿Eso del 28 de junio fue golpe de Estado o “sucesión constitucional”?
Je, je, je… No se puede negar que fue un golpe de Estado. Es una vergüenza que haya ocurrido independientemente de quién lo haya hecho, ideado o protagonizado, porque tuvo una consecuencias devastadora para la economía, para la institucionalidad democrática, para la vida en sociedad y para la vida de Honduras en el concierto de las naciones. Ha tenido unas consecuencias que creo que ni los que lo protagonizaron se lo imaginaron jamás.
¿En qué sentido?
Creyeron que era muy fácil despojar a un presidente de un proyecto del que nunca dio a conocer o del que nunca terminamos de entender. Creían que la cosa se iba a terminar agarrándolo con unos militares y mandándolo fuera del país. Eso que hicieron provocó un huracán con consecuencias devastadoras para todos. Y quienes más lo han sufrido han sido los pobres.
Y devastadoras son también estas palabras que suelta sin rodeos Darío Banegas desde una silla de madera en una oficina del Congreso Nacional. Así que no hay que confiarse a pesar de su carita de buena gente, pues es de lápiz y palabra tomar...
¿No fueron hasta cierto punto caricaturescas las actuaciones de Mel Zelaya, Roberto Micheletti y Romeo Vásquez?
Los políticos tradicionales de nuestro país son de risa, son de circo. Son personajes de teatro muy baratos. Son personajes de caricaturas. A veces hacen cosas que dan ganas de reír y ganas de llorar. Mejor hablemos de cosas más agradables...
Muy bien. Me siento más cómodo.
El robo de la avioneta… Ja, ja, ja, es broma.
Ja, ja, ja… -se ríe, pero casi de inmediato vuelve a la seriedad-: El robo de la avioneta es interesante. A la Fuerza Aérea hay que aprobarle un presupuesto para que tenga un vigilante con machete.
Un guachimán, de esos que andan en unas grandes bicicletas negras…
Sí, con un foco, porque una noche de estas se van a robar los aviones F-5.
LAS CARICATURAS
Cuando entrevisto a un futbolista siempre le pregunto a qué edad tuvo el primer balón. A usted le voy a preguntar cuánto tenía cuando agarró el primer lápiz para dibujar.
El primer dibujo lo hice probablemente en el vientre de mi madre. No recuerdo una fecha exacta en la que yo haya dicho “Me convertiré en dibujante, seré caricaturista”. Sí le puedo decir que para mí, dibujar es una necesidad físiológica, tanto como dormir, comer, soñar… Necesito dibujar para sentirme vivo y estar alegre. Creo que los primeros bocetos los hice en kínder cuando trataba de dibujar a la maestra.
¿Sus papás no le decían “Hijo, ya dejá de dibujar tanto”?
Yo recortaba las caricaturas que salían en los diarios del país y mi padre me preguntaba que para qué coleccionaba tanto papel. No obstante -se le iluminan los ojos a Darío Banegas-, uno de los recuerdos más lindos que tengo de mi padre es que él me vinculó a la lectura de los diarios. Él me ponía a leerle el diario, como si fuera un noticiero radial. Mis padres siempre me respaldaron.
¿Usted fue niño mimado?
Todos en mi casa los fuimos. Somos seis hermanos y mi mamá repartió el pastel del amor en partes iguales.
¿Y su nacimiento como caricaturista profesional?
A mis primeras caricaturas les ocurrió lo mismo que vivieron otros caricaturistas: no me las publicaban, no me las devolvían y no me las pagaban. Pero en El Heraldo me encontré con un ángel que Dios puso allí: María Antonia Martínez. Era el año de 1986 y publicó una caricatura mía en la página tres de El Heraldo. Ese fue mi nacimiento como caricaturista. Jamás olvido esa fecha.
¿De qué parte de Santa Bárbara es usted?
De la cabecera. Me crié en el Barrio Arriba. Me encanta Santa Bárbara, porque sigue siendo un pueblo bucólico de gente sana y con una facilidad extraordinaria para el buen humor. Llegué a Tegucigalpa cuando tenía quince años. Fue en 1985.
¿Es distinta la Tegucigalpa de ese entonces a la de hoy?
Sí, por supuesto. Había menos hoyos en las calles y menos roturas en los corazones de la gente. Había más sonrisas y más cordialidad y menos ceños fruncidos.
De acuerdo en lo de los corazones rotos, pero, ¿baches en Tegucigalpa? ¡No le creo!
Ja, ja, ja… Es una ciudad que tiene la desgracia de no ser bien gobernada. Paga muy caro el precio de ser la sede de tanto espíritu maligno que se anida en muchos encorbatados que la pueblan.
EL OTRO BANEGAS
¿Cómo es usted?
Soy tierno, cariñoso, sensible, lloro con facilidad, río con facilidad, soy divertido. No tengo una sola amargura en mi corazón. En el fondo soy un poco ingenuo.
¿Qué percepción cree que tiene la gente de usted?
Es la pregunta más difícil que me hayan hecho alguna vez. Algunos creen que soy inaccesible, que soy soberbio… Esto será por la vehemencia con que defiendo mis puntos de vista y por el vigor que le pongo a mis palabras. Sin embargo, tengo una autocrítica muy elevada y con frecuencia trato de corregirme.
¿Qué sería su vida sin la caricatura?
Se frota la frente con la punta de los dedos, como si se tratara de una lámpara maravillosa: “Eh, eh, eh… ¡Qué pregunta tan brutal! Mi vida sin caricatura sería como un papel en blanco, sería poco divertida. Estaría muerto del aburrimiento…”.
Tal vez sería diputado a tiempo completo…
Je, je, je… Bueno, probablemente que mi vida sin la caricatura me habría llevado mucho más joven a la política y tendría a estas alturas unas ochos legislaturas.
Ja, ja, ja…
Es que aquí ha habido diputados que envejecieron en el Congreso; ha habido diputados que huelen a dinosaurios. Dicen que aquí hubo que estuvo hasta 28 años.
¿Podemos hablar de fútbol? -le digo, cambiando de tema.
Claro que sí.
¿Cómo todo buen patepluma, es usted Olimpia?
No, no… ¿Por qué dice usted que todos los pateplumas somos olimpistas? -me pregunta.
Cuando visito Santa Bárbara me encuentro con que hay mayoría olimpista. Hay muy pocos españolistas, motagüenses...
Sí, hay muchísimo olimpista. Al inicio admiraba al España, pero con el paso de los años, siendo padre de un niño al que le fascina el fútbol, que es de los niños que se hicieron motagüenses con aquella generación de oro en la que estaban Amado, Clavasquín, Guerrero, Jocón, Noel, me hice seguidor del Motagua. Ángel Darío, mi hijo mayor, se hizo furibundo motagüense y eso hizo que mi corazón se hiciera del Motagua. Y ahora soy motagüense…
¿Usted tuvo algún futbolista ídolo cuando estaba pequeño?
No. El fútbol era más bien frustración, pues nunca me prestaron el uniforme de la categoría mosquito… Era muy malo para jugar, poco veloz y no tenía una técnica depurada.
¿Era durito?
Sí, era duro, je, je, je.
¿Va al estadio?
No... Muy poco.
¿Se levantó para ver los juegos de Honduras en el Mundial?
Sí. Lo que no me gusta es que antes de que comience un partido ya nos victimizamos a nosotros mismos por ese espíritu tan pobre que tenemos los hondureños. Honduras jugó mentalmente derrotado, pudo haber hecho un mejor papel en el Mundial. No estuvo a la altura de las exigencias ni de las expectativas. Los jugadores quedaron en deuda con ellos mismos y con nosotros.
¿No cree usted que fueron el fiel reflejo de lo que es la sociedad hondureña?
Sí. Esos muchachos nos representaron “dignamente” y fueron un reflejo exacto de cómo somos nosotros, desde los gobernantes hasta los gobernados. También perdemos en los mundiales del desarrollo económico, de la decencia y de la competitividad. Sólo punteamos en los primeros lugares en corrupción, pobreza, delincuencia e inestabilidad política.
Ya para terminar, Darío. Si usted pudiera invitar a tres personajes a tomarse un café, ¿quiénes serían?
Le pediría a Jesús que se siente a la mesa. En las otras dos se sentarían mi papá -un tipo entrañable y extraordinario, y que representa a mi mamá, por supuesto-, y a mi esposa.
Nos ponemos de pie y estrechamos las manos. Darío Banegas me da las gracias por la entrevista. Ahora soy yo el que públicamente le da las gracias por lo que fueron dos horas inolvidables...