No Todo es Futbol

Visitando Nueva Armenia con el 'Muñeco'

Diez te trae la parte I del reportaje realizado al 'Muñeco' González.

2011-10-17

'¡Bienvenido!”, se escuchó decir entre el tumulto de gente, en su mayoría eran niños que salían corriendo de sus casas para recibir a Miguel Alberto el “Muñeco” González como su huésped distinguido.

Las casas parecían que se abrazaban unas con otras. Es inevitable en una zona así no tener una buena comunión con casi todo el vecindario.

Allí estaba el hogar del mejor deportista hondureño de los últimos tiempos. Por fuera ni una mano de pintura, por dentro dos pequeñas habitaciones que casi eran como dos en una, más una salita y un comedor. Suficiente para albergar al pugilista junto con su madre, ¡ocho hermanos!, tres son mujeres, y varios sobrinos. La comodidad no importa si se está junto a sus seres queridos.

El plan del “Muñeco” para llegar hasta donde está su familia era transbordar del bus que lo llevó desde Tegucigalpa hacia La Ceiba a otra unidad más pequeña que estaba rotulada como “Jutiapa-Armenia-Piedras Amarillas”.

Sólo iba a pagar 30 lempiras. Es el costo por ir amontonado entre pasajeros y tener que pararse casi en cada aldea antes de llegar finalmente a su destino.

González accedió felizmente a subirse a nuestra vehículo para cubrir este último tramo.

EL VIAJE HACIA NUEVA ARMENIA

En el corto trayecto de 30 minutos entre La Ceiba y Nueva Armenia repasó algunos instantes de su última pelea en México. “De entrada llegué agresivo y le conecté un directo. Le mandé varios golpes seguidos, pero tuve miedo de cansarme y, como vi al árbitro cerquita, pensé que iba a parar la pelea. La misión era ganar por nocaut”, decía.

En eso su teléfono sonó: “Voy en camino, estoy a media hora…”, le decía a su mamá doña María Gladys Mena. Después recordó que nunca deja de ir a los Cayos Cochinos, su otra casa después de Nueva Armenia. “Nos vamos en un cayuco”, contaba. Lo que más le apasiona después del box es la pesca.

“Aunque no saque nada siempre voy a pescar, me gusta”, dijo. Por último remató con una frase que nos comprometió casi de inmediato: “Quiero que este reportaje salga muñeco”.

A la mañana siguiente el viaje a los Cayos estaba en el plan, pero primero un breve recorrido por la comunidad, ya que es una tradición que cuando un personaje como él llega después de un tiempo salude a todos los conocidos.

Así fue. Por donde pasaba se detenían a saludarlo. La gente garífuna saluda calurosamente, Armenia es un pueblecito sano, dedicado a la pesca y otra parte a la ganadería. “Vengo aquí casi sólo para Semana Santa y fin de año”, explicaba mientras su primo y dos niños más lo acompañaban en el trayecto.

CONOCIENDO NUEVA ARMENIA

“La gente está bastante alegre, me reciben con bastantes abrazos, felicitaciones, hay muchos del pueblo que me quieren. Cada vez que estoy aquí me vienen bonitos recuerdos como cuando me dedicaba a la pesca, salía a correr en las mañanas hasta Jutiapa, me hacía 40 minutos sólo de ida”, recordaba.

El trayecto de Armenia hasta Jutiapa es empedrado y dificultoso, incluso si él decide correr puede poner en peligro su carrera con una grave lesión. “La gente a veces me decía que estaba loco corriendo bajo este sol...”.

Esa determinación fue la que lo llevó a emprender el sueño de ser un boxeador. Contra viento y marea, sin dinero, sólo con las ganas de tocar la gloria fue que nació la leyenda de este deportista que lleva el nombre de Honduras marcado en su piel.

“Comencé en el centro del pueblo, frente a la casa de Margarita Martínez, empecé hace tres años con nueve meses, lo hice a pura fuerza y a conciencia. La persona que me inició fue Julián Solís, me preguntó si quería pelear y empezamos a trabajar el 3 de enero de 2008”, contó.

Pero Armenia es famosa por exportar futbolistas, no boxeadores, el caso de González llama la atención, porque con tanto talento con los pies, encontró cabida en otro deporte, el de las orejas de coliflor y las narices rojas.

“Lo que pasaba es que cuando iba a jugar fútbol, entraba el Muñeco y salía el Muñeco, ja, ja, ja. Siempre me decían: ‘Espera un ratito que ya te vamos a meter’ y nunca me metían. Creo que era el más duro del pueblo, pero gracias a Dios tenía este talento para boxear”.

RUMBO A CAYOS COCHINOS

Faltaban 15 minutos para la 6:00 de la mañana. El “Muñeco” se acaba de levantar y nosotros ya estamos esperando frente a su casa para emprender el viaje a Cayos Cochinos.

Con cepillo de dientes en mano y su vasito de agua, sale para cumplir con la primera rutina del día, antes de proceder a buscar un delicioso vaso de leche, directo de la ubre de la vaca.

No importa pasteurizar, de forma natural, con el aroma del campo sabe mejor. En un pequeño corral colindante a su casa conocimos al dueño, el primer boxeador del pueblo, un grandote que le enseñó lo básico a González cuando era niño: como pararse en el ring y manejar el miedo escénico y no bajar la guardia...

En la entrada, dos caninos embravecidos nos salieron al paso y el “Muñeco” nos contó una historia: “Cuando era pequeño, una vez me fui a comprar hielo y unos perros me salieron, yo corrí, pero uno de ellos me mordió directo en la nalga, desde entonces no puedo ni verlos porque me dan mucho temor, eso me marcó para siempre”, nos dijo.

Lejos de parecerse a los barrios callejeros de Nueva York, que forjó a leyendas como Mike Tyson, González tuvo que abrirse paso aquí entre las vacas y los corrales, rodeado de gente sana, imaginando a su oponente en cada entrenamiento. Allí contó con la ayuda de Miguel Ángel Suazo, un amigo y su viejo maestro. “Cuando el oponente te mire, lo hará con ojos de terror, como diciendo ‘¡Te voy a comer!’. Pero en tu mente tienes que decir ‘eso es mío papi’, ja, ja, ja...”, le explicaba entre risas, mientras el “Muñeco” se tomaba un vaso con leche.

“Esta vaca negra tira diez litros, y son de pura energía. Después hace otra descarga para el ternero”, nos contaba su adiestrador.

“...Entonces empiezas haciendo el swing, todo depende del sector donde él se ubique, si es muy duro y no quiere caer, debes pegarte los brazos y empezar a aflojar el cuerpo...”, le continuaba explicando. Lecciones como esas se repetían a diario en la cabeza del “Muñeco” que escuchaba atento uno a uno cada consejo.

MIGUEL SUAZO ES EL MAESTRO

Miguel Suazo no tuvo la fortuna ni el trato mediático que está recibiendo su tocayo, pero sí el mismo deseo de ganar un titulo mundial. Tras años de estar siguiendo de cerca este deporte no duda que González lo logrará algún día.

“Yo alcancé a pelear tres veces, en categoría wélter, antes no era como ahora que los muchachos tienen más ventajas con respecto a peleadores de Nicaragua, México y otros lados. Al “Muñeco” siempre le he dicho cómo deben ser los golpes para ser más efectivos, a los adversarios no verlos como pequeños, sino como grandes y saber qué ventajas tienen. Cuando se entra al ring lo primero que se siente es que el corazón te empieza a palpitar rápido y por eso la física entra en juego y hay que saltar”, explica.

Una costumbre común en las familias de escasos recursos de Nueva Armenia es valerse casi de cualquier cosa para poder sobrevivir: como vender pan de coco, quesadillas, pescado, casabe y hasta leña.

“El ‘Muñeco’ siempre venía aquí a vender leña, eso lo hizo agarrar fuerza en los brazos, mucha gente se reía de él y yo le decía, no les hagas caso porque ellos no entienden qué es lo que estás haciendo”, recordó.

El sol empezaba calentar y era tiempo de partir hacia Cayos Cochinos, había que buscar al capitán que nos llevaría a esa perla del atlántico hondureño.

“Siempre buscate leche de cabra porque es más fuerte, viene con todos los hierros y la crema”, le soltó Suazo al “Muñeco” en lo que emprendíamos el viaje...

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