Es una injusticia a todos los niveles. Olimpia y Motagua están a punto de citarse en una histórica final hondureña en Liga de Concacaf pese a haber sido obligados a jugar sin público durante todo el torneo.
En una decisión que no resulta necesario ser experto en seguridad o eventos masivos para calificarla de exagerada, el ente que rige el balompié del área determinó castigar la violencia del derbi capitalino de Liga ocurrido en agosto pasado.
Concacaf vio a nuestro país un peligro para delegaciones de países sin tradición a nivel de clubes como Jamaica y Nicaragua, además de brindarle claras ventajas deportivas a bandos de mayor peso específico como Saprissa (Costa Rica) y Comunicaciones (Guatemala).
Se entiende que las contiendas de octavos de final que contaron con presencia hondureña se jugaran bajo esas circunstancias dada la frescura de las imágenes de los energúmenos que se mataron entre sí y parecen odiar al 'deporte rey'.
Olimpia venció 2-0 a Saprissa en la ida de su semifinal de Liga de Concacaf con goles de Jorge Benguché y Ever Alvarado.
¿Cómo es posible? Cabe la posibilidad de permitir el ingreso de hinchas olimpistas y motagüenses en caso que choquen por el título del certamen alterno de Concacaf después de ese episodio que ellos mismos condenaron y penalizaron días atrás.
Cuesta comprenderlo. Así se maneja nuestro fútbol. Y es a todos los niveles. Ojo, deleita en demasía un Olimpia-Motagua en esa instancia tan importante, pero ¿por qué ahora sí con personas?
No es necesario, siquiera, ser un enterado en leyes o reglamentos de competencia para detectar que fue un exceso ver a ambas escuadras jugar en el estadio Olímpico Metropolitano a puertas cerradas... ¡lejos de su ciudad y el Nacional!
Motagua cuenta con el criterio del gol de visita a favor en su serie con Alianza de El Salvador (1-1) y cierra en Honduras este jueves.
Pedro Troglio, técnico de Olimpia, el club hondureño mejor posicionado en la carrera a la gran final, se cansó de reclamar justicia en la previa de los partidos suyos. Nadie lo escuchó, como no escuchan a Honduras hace días.
Nos ven como 'aparecidos', nos castigan por los problemas sociales que en ninguna nación latinoamericana son novedad en pleno siglo XXI. Es la cotidianidad de nuestra zona futbolística, donde gritos homofóbicos pasan inadvertidos.
Había que castigar a unos catrachos que han sido capaces de ganarle a casi todos. 'Ya basta, pensaremos en el negocio y les daremos algún premio', sería el ideal mercadológico con que alguien de Concacaf vio la situación de repente.