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Miller, en un final agónico, cerró la vuelta a la pista en 49.44, el mejor registro de su vida. Felix, que la llegó a rebasar en la recta, terminó segunda en 49.51, y la jamaicana Shericka Jackson se colgó la medalla de bronce con 49.85.
La bahamesa dio rienda suelta a su alegría cuando aparecieron los tiempos oficiales en el videomarcador del estadio Olímpico, después de permanecer las dos unos segundos a la expectativa, sin saber quien había ganado.
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Miller parecía haber sentenciado la carrera cuando se presentó a mitad de recta con tres metros de ventaja, pero Allyson no había dicho su última palabra y fue recortando la diferencia a cada paso. Y cuando parecía que había rebasado a la bahamesa, esta se lanzó en plancha sobre la raya y le birló el triunfo.
Así se tiró Miller para ganar la medalla de oro en 400 metros.
Con 13 títulos globales a lo largo de su carrera, la californiana, de 30 años, afrontaba sus últimos Juegos con el deseo de emular a Betty Cuthbert, Irena Szewinska, Valerie Brisco-Hooks y Marie Jose-Perec, que fueron campeonas olímpicas de 200 y 400.
Fue una dura caída la que sufrió la atleta de las Bahamas, pero valió la pena.
Libania Grenot, cubana de origen y primera italiana que pisaba una final olímpica de 400, se clasificó octava y última con un tiempo de 51.25.
La británica Christine Ohuruogu, campeona olímpica en 2008 y subcampeona en 2012, no se había clasificado para la carrera decisiva.
Fue un momento emotivo para Shaunae Miller, que se quedó varios minutos en el suelo tras la victoria.