En medio de un grupo de 25 hombres involucrados en el juego entre el Honduras de El Progreso y el Sula de La Lima, aparece la réferi Giselle Guerra, es la mandamás del juego, su segunda experiencia en la Liga de Ascenso. El partido terminó 2-1 para los progreseños.
Esta chica de 24 años, quien es Licenciada en Gerencia y Negocios, es descendiente de una familia de árbitros: su padre José Ángel fue tocapito y su abuelo Porfirio fue el encargado de oficiar la primera final del fútbol hondureño.
A las 10:00am en La Lima hacía un calor infernal, pero Guerra no se rajó pese a las inclementes condiciones. 'El clima es poco fuerte, pero para eso me preparo durante toda la semana', dijo.
De su inclinación por este oficio dijo: 'Vengo de una familia que se ha dedicado al arbitraje, mi abuelo Porfirio Guerra empezó con esta tradición, es algo que ya se trae en la sangre, crecí en este ambiente, me fue gustando, aquí estoy en el proceso', contó.
RODEADA DE MACHISMO
Confiesa que ha tenido lidiar en el campo con muchas cosas. 'Claro, aquí predomina el machismo, pero con tal uno sepa manejarse y dar seguridad creo que ayuda'.
También cree que su condición de mujer le facilita un poco el trabajo: 'Por una parte creo que respetan porque uno es mujer, claro hay algunos que se pasan, pero el respeto se gana y si no, pues usted sabe que hay sanciones'.
Giselle no esconde sus sueños. 'El objetivo es llegar a Liga Profesional, después llegar al campo internacional, es mi segundo juego en la Liga de Ascenso, es un proceso de formación y creo que voy por buen camino', finalizó.