Ahí lleva esperándole desde hace tiempo su amigo Txiki y a su lado Ferran Soriano, decididos a poner en sus manos el ambicioso y costoso proyecto que emprendieron cuando aterrizaron y que con Pellegrini anda encallado.
Pep es el elegido, él ya dejó claro que desea ir a Inglaterra. Ya lo era hace tres años pero entonces tomó una decisión inesperada, seducido por el club al que siempre había admirado.
Guardiola ha vivido encantado en Múnich a pesar de unos inicios difíciles en los que su método fue una especie de choque cultural.
Trabajó a menudo entre cierta incomprensión, bajo la presión del triplete que heredó de Heynckes y la guardia pretoriana de exjugadores que controla el club. Pero ha acabado venciendo los recelos y ahora su anunciado adiós supone un desengaño en el Allianz y en el vestuario.
El Bayern lo ha intentado todo para retenerlo antes de elegir a su sucesor (Ancelotti), pero hace tiempo que Pep tenía asumido que este ciclo se había acabado. Le queda algo por hacer y ese será su objetivo: la tercera Liga y, por encima de todo, la Champions.
El City le espera ansioso. No es el único. El Chelsea le deseaba más que nadie antes. Parece difícil que vuelva a decirle no a Txiki.