El sábado Héctor Vargas cayó en la trampa de un aficionado, solo una malla ciclón evitó que se fueran a puño limpio, todo quedó por suerte en manotazos, pero el entrenador del Olimpia evidenció una vez más su falta de equilibrio emocional.
Los casos más recientes de los que debería haber aprendido: Miguel Herrera fue separado de la selección mexicana por haber ido a agredir a un periodista; Paulo Wanchope tuvo que renunciar al banquillo de Costa Rica por haberse ido a golpes con una persona de seguridad en un estadio de Panamá.
“Primero que todo mando disculpas a Panamá y a Costa Rica, me equivoqué”, dijo “Chope” horas después del zafarrancho que acabó con un cargo importante que tenía.
“Quiero ofrecer una disculpa pública a la afición, cuerpo técnico, jugadores, directivos, Federación Mexicana de Fútbol y medios de comunicación por mi conducta en el penoso incidente que tuve con un comentarista”, escribió el “Piojo” horas tras ser anunciada su salida como seleccionador del Tri.
Héctor Vargas, acostumbrado a estar en medio de la controversia, debe saber que como líder de un equipo, no se puede “bajar el canasto” ante los insultos de cualquier aficionado, porque como el que se encontró el sábado, habrá muchos en cada estadio que vaya y la importancia por una derrota no es una excusa para que se exponga así.
No se trata tampoco de justificar a los aficionados que llegan a los estadios a provocar, a desestabilizar, a sacar todas sus frustraciones en un partido de fútbol, pero la tarea de Vargas es dirigir a su equipo, no la actitud de los fanáticos.