Fue el caso de Jonathan Bornstein, hoy me levanté recordando su nombre narrado por Gonzalo Carias, me sacudió el alma, me tocó el corazón y lloré como un niño. Hay nombres y apellidos que simplemente se nos quedan.
Los días también, muchos los guardamos. Unas varias horas antes Carlos Pavón, jugador que no necesita de presentación alguna, había fallado ese penal, el que en ese momento nos hubiera dado un suspiro de alegría en muchos años y que bien representaba un derroche de pasión en la casa de la selección. Pero el fútbol es caprichoso, yo nunca he creído que el fútbol nos da revanchas, porque no es cierto, es como la vida, no conocemos sus misterios aún.
El último blog de Ponce Morazán: Los millones que perdería Conapid
Estadio Cuscatlán, una noche perfecta para jugar a la pelota, eso que tan bien hacía la selección de Reinaldo Rueda, los goles no llegaban. Postes y fantasmas. Que escrito sea de paso, cada partido de fútbol es diferente porque lo juegan e interpretan diferentes personas en distintos contextos.

Pero faltaba Jonathan Bornstein. Me acuerdo de Landon Donovan, el único capitán américa en jugar a la pelota, lanzó un centro y apareció Jonathan Bornstein. “Gol, gol, gol de Jonathan Bornstein” las palabras de Gonzalo Carias representaba a cada uno de los hondureños que vivimos esas eliminatorias al borde.
Encaremos la pandemia como hizo Bornstein ese día, con decisión, obediencia y luchando hasta el final. Sé que mis palabras no van a curar ningún dolor, pero espero llevar un poco de esperanza a quienes sufren.