Apenas se jugaba cuatro minutos en el primer partido de la final, entre Victoria y Olimpia, cuando Ramiro Bruschi falló una ocasión inmejorable de gol.
Estaba en el área chica, y después de un remate remachado de Rosano, que Orlin Vallecillo sacó con las uñas, la pelota pegó en el poste, la rezagó Caetano y Bruschi sólo en el área chica cabeceó a un costado.
En esa jugada, Bruschi dejó mudo el estadio y se sumió en tremenda desdicha, al llevarse las manos a la cabeza, por la oportunidad que acababa de fallar.
Esa fue la opción más clara del juego y que Bruschi quizá se lamentará toda la semana, tomando en cuenta la facilidad que tuvo para abrir el marcador y quizá de asegurar el triunfo como visitante.