Emil, ¿de dónde viene tu nombre futbolístico de Santana?
Ese es un nombre muy viejo, es un apodo que me pusieron desde que yo era un niño y me lo puso un amigo que se llama Tico Santos, es que mi papá se llama Santano y mi mama Santana, entonces todos me llamaban Santanita, ese era mi nombre en el barrio.
¿Te molestó alguna vez que te llamaran Santanita?
No, ese era mi nombre, casi nadie me conocía como Emil, además en el barrio todos teníamos un apodo, me acostumbré a que me llamaran así, nunca me molestó, aún hasta la fecha, cuando voy al barrio, que por cierto lo visito mucho, solo así me dicen.
Es cierto, fue bastante dura, muy dura, éramos muy humildes. Me refiero a un nivel extremo de pobreza, pero gracias a Dios teníamos los tres tiempos de comida, porque tuve una madre que siempre fue muy luchadora en la vida; yo anduve descalzo, no fue muy agradable pasar así todo el tiempo y de remate jugando fútbol, lo bueno es que era un niño muy sano y no busqué tener un vicio, a pesar de que era muy vulnerable, me la pasaba con unos amigos vagando y jugando. Éramos criminales para robar mangos, eso sí, como pasábamos hambrientos, no perdonábamos ningún tipo de mango, ja, ja, ja.
¿Qué tanto te gustaban los mangos?
Los mangos son muy ricos, a la par de la casa había varios árboles de ese fruto, aunque no fueran muy sabrosos, tenía que entrarles; por cierto, yo vivía en una cuartería, creo que había como siete cuartos y habitaban muchas familias ahí, pasaban llenos, imagínate lo que es vivir en cuartería, no es para dejar pasar las frutas, la gente estaba con hambre. Bueno, así pasaba yo.
Háblame un poco del nivel de pobreza en que vivías.
Prácticamente me crié solo, porque a mi mamá le tocaba trabajar tiempo completo, ella laboraba en una maquila de Choloma y todos quedábamos solos en casa, mi hermana mayor era la responsable de cuidarnos, que por cierto me lleva dos años a mí; todos éramos unos niños, mi madre era la única que luchaba por nosotros, el apoyo de mi papá lo perdimos por completo. él se fue a Estados Unidos y no ayudó en nada. Se perdió.
Emil, pero ese era el objetivo de una familia en Honduras,
Esperar que alguien viajara a Estados Unidos para mejorar el nivel de vida, las remesas eran fijas.
Eso creíamos todos en aquel tiempo, una vez mi papá instalado en la USA y todo iba a cambiar, pero para nada; había una tía que a veces nos enviaba cositas, pero no era suficiente, a mi mamá le tocó trabajar, a mí igual.
Mi papá tenía un negocio de pescadería, además de cocos, jaibas y yo trabajaba con él vendiendo coco rallado, esa era mi función, rallar el coco y embolsarlo, luego lo vendía para llevarle el dinero mi mamá, así se compraba un poco de comida y más lo que ella cobraba se ajustaba para comer, recuerdo que el día que mi papá decidió irse para Estados Unidos, yo estaba cumpliendo 13 años.
¿Al irse tu papá del país, tuviste que agarrar el negocio que él dejó?
Prácticamente, yo no pensaba en trabajar, una vez que mi papá se fue, yo solo quería seguir jugando pelota con mis amigos, nunca percibí lo que se me venía, creí que todo estaba bien, pero al ver la situación me tocó a mí trabajar con más responsabilidad.
¿Cuándo empezaste a trabajar después que tu papá se fue del país?
De hecho yo ya trabajaba con él, me entiendes, yo ya sabía el trámite del negocio, cómo comprar y revender. Yo aprendí con él, pero el rollo fue que cuando mi papá se va del país, la pescadería le quedó a otra mujer que mi padre tenía, no se la dejó a mi madre.
Entonces, eso quiere decir que tu papá tenía dos familias al mismo tiempo.
Sí, eso es, y no nos tomaba en cuenta, él cuando andaba bien la pasaba en la casa de la otra mujer y cuando andaba borracho era en la casa de mi mamá.
¿Te molestaba lo que veías, recuerda que eras un niño?
Claro que me molestaba, esa es la verdad, es difícil cuando miras que tu padre llega muy borracho a tu casa y de remate maltrata a tu mamá, a hablar cualquier cosa y el apoyo no era de un 100 por cierto a la familia, la migaja que él conseguía, lo que le sobraba, eso era para nosotros. Eso llevaba a casa, éramos la segunda familia que él tenía, no había ningún compromiso, era muy raro que lo mirara, solo cuando íbamos a vender al mercado.
¿Cómo era el comportamiento de tu padre hacia vos en el mercado, en el negocio?
Mi relación con él era normal, él me llamaba, me decía que tenía que llegar a tal hora y que a tal hora tenía que irme, porque debía ir a la escuela, era una relación común, yo era apenas un niño, sabía que tenía otra mujer, pero no le paraba bola; además, a los padres se le respetaba antes, no podía decirle nada, por mucho que me incomodara; tendía a ser un poco violento, cuando no me portaba bien, mi mamá le daba la queja y si podía pegarme lo hacía. Te cuento que yo siempre lo iba a sacar de las cantinas.
Qué complicado, lidiar con bolos es muy duro. ¿Cómo hacías para entrar a esos lugares? ¿Se fondeaba el viejo?
Sí, esa fue mi vida, yo iba a traerlo en una bicicleta 28 que él tenía, los amigos de él me ayudaban a subirlo y me lo llevaba para la casa, también era un chiveador común, en la cuartería donde vivíamos amanecía chiveando, no dejaba dormir a nadie, eso de jugar naipes lo aprendí de él, vaya herencia, pero no me interesó aprender a tomar alcohol.
Lo normal, antes jugaba bastante, ahora le dedico mi tiempo a otras cosas.
¿Cómo es la vida en una cuartería y con tanta gente, Emil?
Muy sencilla, aprendés a vivir con muchas personas, además era una cuartería de madera, no creás que tenía cerámica, nada de eso, nada de lujos. Lo que sí te puedo decir es que le llegué a guardar mucho rencor a mi papá, no tanto por haber vivido en cuartería; cuando yo empecé a tener uso de razón y a pensar como un hombre y se me vino a la mente el comportamiento que él tenía hacia nosotros, le comencé a agarrar rencor.
Después que tu padre se fue a Estados Unidos, ¿lo volviste a ver? ¿Cómo fue ese encuentro?
Diez años transcurrieron, un día fui con el Marathón a jugar a Nueva York y me encontré con él, fue algo muy tibio, lo vi venir y no sentí nada, me pareció que le di un abrazo a un desconocido, lo abracé porque era mi papá, gracias a él nací, el me engendró, no podía negarle el abrazo, independientemente cómo se haya portado con todos los hijos que mi mamá le parió, era lo máximo que podía darle, pero una vez más, no tuve una buena sensación. Siempre estuve pendiente de ese día, sabía que iba a llegar, la verdad no sentí nada, me pareció abrazar a un desconocido, le conté a mi esposa lo que había ocurrido.
Luego que seguiste en el negocio que tu papá le dejó a tu madrastra, ¿cómo fue la relación con ella?
Tranquilo. No era mi madrastra, tengo que aclarar eso, pero mi relación con ella era buena, siempre me vio como hijo de mi papá, no hubo falta de respeto.
¿Cuánto de dinero lograbas recolectar después de las ventas y llevabas a casa?
En ese tiempo valía como ocho lempiras cada bolsa de coco, vendía un promedio de 20 al día, eso sí, yo solo trabajaba hasta el mediodía, toda la tarde la utilizaba para entrenar. No iba al colegio y la vez que fui solo fui a jugar, yo dejé de estudiar para que mi hermana siguiera. Ella logró graduarse del colegio, yo tenía que trabajar.
¿Vos trabajabas para que tu hermana estudiara?
Exacto, mi mamá laboraba en la maquila, pero no ajustaba, ella trabajaba para darle los estudios a mi hermana y lo que yo lograba hacer era para que todos comiéramos; cuando iba para la casa, tenía que pasar por un lugar comprando la comida, no creas que iba adquirir la provisión del mes o la semana, era la comida del día.
Sí, eso parecía, pero de la más pequeña, yo me encargaba de que ella tuviera lo poco o mucho que yo llevaba a casa.
En serio, ¿ahora que tenés todo el dinero del mundo vas al mercado en donde te ganabas la vida?
Claro, siempre voy y me reúno con varios vendedores que me vieron trabajar raspando cocos, son buenos momentos que paso cada vez que los visito, llego, me tomo mi fresquito y hablamos un buen rato. Lo mismo pasa cuando voy al barrio en donde caminaba y jugaba chuña, son instantes que aún me hacen muy feliz.
¿Nunca te mareaste con tanta fama y dinero?
Sí, en su momento siento que me pasó, empezar a escuchar que te mencionan en los medios de comunicación y que te esté yendo bien, tiende a volverte un poco loco, crees que el mundo es tuyo, me mareé un poco en su momento. Pero fue tanto lo que tengo presente de mi pasado que volví a pisar tierra. Además, siempre he sido muy humilde, así me conocen las personas.
¿Qué más hacías?
Pasaba mucho tiempo en la calle, prácticamente me mandaba solo y disfrutaba andar vagando. Pero no le hice daño a nadie”.