Allá, del otro lado del mundo, cruzando el océano Atlántico hasta llegar a Querrien, una pequeña comunidad de apenas 1,650 habitantes escondida entre colinas verdes y bosques húmedos del oeste de Francia, se está gestando una historia que late con acento catracho.
Entre el silencio de esa tierra rural, donde el viento huele a trigo y nostalgia, brilla una joven promesa que, aunque vive lejos, lleva a Honduras tatuada en el alma.
Su nombre es Paul Le Jeune Laboriel y sí, el apellido suena francés -por su padre, Pierre Le Jeune-, pero su corazón nació en La Ceiba, Atlántida, el 8 de abril de 2010.
Hijo de Dania Laboriel, heredó de su madre la pasión y el temple de la tierra hondureña, y de su padre, la disciplina del país galo. De esa mezcla nace un chico que sueña con convertirse en futbolista profesional y representar a la Selección de Honduras.
RAÍCES, ESFUERZO Y BRILLO
En una región donde pocos logran cruzar las fronteras del fútbol amateur, donde los sueños suelen perderse entre campos mojados y entrenamientos de invierno, Paul busca ser la excepción.
El sol, que pocas veces ilumina los cielos bretones, brilla sobre él con fuerza. “Comencé el fútbol en Francia, cerca de mi casa, a los seis años en el Club de St. Thurien. Después me fui a Locunolé Sport, donde jugué con chicos mayores porque solía destacar. Pero también tuve momentos difíciles”, remembró.
A sus 15 años, Paul mide 1.75 metros y deslumbra como delantero. Su talento es una mezcla de velocidad, lectura de juego y un instinto goleador que parece innato. Su fortaleza mental es su sello.
El fútbol corre por su sangre. Su abuelo, Pedro Colón, fue una exfigura del Motagua, y su tío, Marlon “Machuca” Ramírez, recientemente convocado a la Selección de Honduras, también le heredó ese ADN competitivo.
VIDA DE RETOS Y TRIUNFOS
El camino no ha sido fácil. “A los nueve años tuve dolores de crecimiento y dejé de jugar un año. Para no perder ritmo, comencé a trabajar la parte superior de mi cuerpo con un entrenador personal”, relata.
Esa disciplina, lejos de apagarlo, lo encendió. Hoy, todo ese sacrificio lo tiene brillando con la U-16 del US Concarneau (tercera División de Francia), un club que confió en su talento y lo ha visto crecer.
“Hice una prueba con ellos, todo salió bien. Después me invitaron a torneos, y finalmente me ofrecieron un contrato. Desde entonces juego contra clubes profesionales y a un alto nivel”, cuenta con humildad.
Su historia tomó vuelo la temporada pasada, cuando fue máximo goleador del equipo y ayudó a conquistar el campeonato U16 Regional 1 Bretagne. En la final, enfrentaron al Stade Rennais, considerada la mejor academia de Francia y una de las mejores de Europa.
Paul fue protagonista: anotó un gol y dio una asistencia decisiva. Aunque su equipo perdió, su actuación dejó huella.
VESTIR LA CAMISA DE HONDURAS
Hoy, los números hablan por él: tres títulos consecutivos y un arranque de temporada impresionante con 10 goles en 6 partidos. Pero más allá de las estadísticas, lo que más pesa en Paul es el sueño de representar a su tierra natal.
“Sueño con jugar para Honduras porque es mi país, donde crecí. Hay mucho talento allá, y me encantaría tener la oportunidad de ayudar”. Ese sentimiento se avivó aún más cuando conoció a Alberth Elis mientras jugaba para FC Girondins de Bordeaux.
“Hablar con él fue increíble. Era la primera vez que conversaba con un futbolista profesional, y más aún con uno de mi país. Es mi ejemplo a seguir”, confiesa con brillo en los ojos.
Paul entrena cada día con la mirada puesta en el horizonte. Sabe que los caminos del fútbol son inciertos, pero su fe y esfuerzo lo sostienen.
Allá, en Querrien, entre colinas y neblinas bretonas, crece un chico que no olvida sus raíces ceibeñas. Un chico que quiere que su nombre, Paul Le Jeune Laboriel, resuene algún día con la camiseta de Honduras pegada a su pecho y la mirada puesta en el cielo, recordando el lugar donde todo comenzó.